Loco o bipolar

Diario de una persona que a los 16 de pronto enloqueció, luego a los 40 cree descubrir que es bipolar y en este momento con medio siglo en este mundo, no tiene claro que es lo que tiene.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Prevalencia del trastorno bipolar y otras dolencias mentales

A pesar que mis condiciones alrededor no han cambiado para nada, a pesar que la situación climática a la cual le estaba echando la culpa de mi depresión, en vez de disminuir ha sido peor en estos días, pues la lluvia ha sido una constante en todo el día y no se ha podido salir mayor cosa, solo lo necesario. Amanezco hoy de mejor ánimo, no tan acelerado como para decir que me fuí para el otro lado porque logré también dormir bien, afortunadamente, sin haber tomado medicamentos para el sueño, tampoco tome ningún medicamento contra la depresión pues los evito, solo he tomado el medicamento de control el cual vengo tomando sin alterar sus dosis ni su frecuencia.  Como se puede concluir mi sentimiento cambió simplemente porque si, porque así es nuestra enfermedad.

Precisamente mirando lo del problema de la depresión, estuve leyendo por internet y he encontrado una cuestión que se trata repetidamente: El aumento en los valores que se establecen en lo que se denomina prevalencia de las enfermedades mentales mas conocidas como: La esquizofrenia, el trastorno bipolar y la depresión; partiendo desde valores menores al 1% llegando a valores mayores al 10%  en el caso de la depresión y a valores entre el 2% y el 5% para el trastorno bipolar; la explicación que se da a este hecho, la cual sería la mas lógica, es el afán de aumentar las ventas de medicamentos y de lucrar a gremios como los trabajadores de la salud mental, los laboratorios productores de medicinas y las aseguradoras médicas.

En el blog mad in america encontré el artículo La enfermedad bipolar Antes de la Era Psicofarmacólogica que esta en inglés pero que en resumen dice:

"Antes de 1955, la enfermedad bipolar era un trastorno poco frecuente. Sólo había 12 750 personas hospitalizadas con ese trastorno en 1955; Además, sólo había unos 2.400 "primeros ingresos anuales" en los hospitales psiquiátricos del país.

La evolución de los pacientes fue relativamente buena. Setenta y cinco por ciento o menos de los pacientes de primer ingreso se recuperaría en 12 meses. A largo plazo, sólo alrededor del 15% de todos los pacientes de primer ingreso se convertiría en una enfermedad crónica, y 70% a 85% de los pacientes tenían buenos resultados, lo que significaba que trabajaban y tenían una vida social activa.

 Hoy en día, la enfermedad bipolar se dice que afecta a uno de cada 40 adultos en los Estados Unidos. Una rara enfermedad se ha convertido en un diagnóstico muy común. Hay varias razones para esto. En primer lugar, muchos medicamentos - tanto ilegales y legales - puede mezclar los episodios maníacos, y por lo tanto el uso de las drogas lleva a muchos a un diagnóstico bipolar. En segundo lugar, los límites de diagnóstico de la enfermedad bipolar se incrementan considerablemente." 

Leer esto me asustó profundamente pero me hace reflexionar al respecto, en mi caso estoy casi seguro que tengo una enfermedad mental, pero ¿Será posible que seamos tantos?, no lo puedo creer, mirando a mi alrededor pienso que somos una excepción, la cual se trata de volver algo mas común, porque en este mundo consumista y mercantilista los enfermos mentales somos un mercado pequeño, el cual es poco rentable, pero que si se crece artificialmente se convierte en un mercado interesante pues pasar de menos del 1% a mas del 10% es multiplicar por mas de 10 veces un negocio, algo difícil de hacer con otro tipo de negocios sobre todo en esta época de crisis económica que vivimos.

Si se mira por el lado de la cronicidad se pasa de atender un asunto puntual, a tener tratamientos de por vida algo que también beneficia a los negociantes de la salud mental.

Un ejemplo hipotético claro, muy probable que ocurra o que haya ocurrido, es cuando a una persona se le diagnostica como enferma de depresión porque se encuentra muy mal anímicamente pues se le ha muerto su mascota de muchos años, al diagnosticarla se le declara como enferma de depresión, se le formulan antidepresivos de última generación y una serie de psicoterapia para tratarla y sacarla de su estado.

Es posible que después del tratamiento esta persona pueda sentirse algo mejor o mejor (algo que también hubiera pasado sin haber hecho nada), pero como fue catalogada como enferma mental crónica, seguirá medicada de por vida, pues así lo tienen definido los manuales de psiquiatría moderna, entonces esta persona que posiblemente estaba sana, pero que se encontró triste por una perdida emocional,  se convierte en un enfermo mental mas, debido principalmente a que los medicamentos que se le recetaron la convierten en una adicta a estos y que por ser diagnosticada como enferma mental, entra a ser cliente para el resto de su vida de los comerciantes de medicamentos y de los negocios de tratamiento de enfermedades mentales.

Adicionalmente se ha definido como un nuevo paradigma en la psiquiatría: Que para cualquier dolencia mental es necesario tomar medicamentos variados para toda la vida del paciente, algo que puede ser valido en algunos casos, que lo mas probable serían pocos, pero no para todos creo yo, ademas muchas de las enfermedades mentales tienen lo que se llaman crisis, las cuales una vez superadas pueden ser tratadas con pocos medicamentos y de pronto ninguno, según hablo en un post anterior se encontró con base en estudios clínicos que para cierto tipo de pacientes con esquizofrenia, tenían una mejor calidad de vida cuando no eran tratados después de la crisis con fuertes antipsicóticos, que los que fueron tratados, los cuales adicionalmente tuvieron una perdida adicional de las capacidades mentales a la causada por la enfermedad en si, debido a los antipsicóticos donde se tienen evidencias del daño que causan en el cerebro.

Pienso que no todo lo logran los médicos y los medicamentos, también nosotros mediante un sentimiento interno propio (lo que se denomina insight) de nuestra enfermedad y con el apoyo del conocimiento que se puede adquirir, según información disponible en las redes, podemos intuir cuando necesitamos o no, los medicamentos, en lo cual debemos apoyarnos en los médicos, porque en nuestro caso lo que sentimos son ciclos de un problema que nos toca soportar y manejar, que es mejor con un mínimo de pastillas, cuando estos no provocan mayores problemas.



sábado, 23 de noviembre de 2013

Con depresión

Aunque no estoy tan desesperado como para pensar en dejar este mundo, ni para decir que mi vida no vale la pena, me siento realmente mal, mi animo esta por el suelo, tengo varias cosas por hacer que son relativamente de rutina, que puedo y lo mas probable es que las haga en el día de hoy, pero estoy como se puede decir atormentado por tener que hacerlas, es como un sentimiento de ansiedad que me paraliza, mi razón tiene claro que es lo que me pasa, estoy deprimido, una sensación muy desagradable que parece no dejar que viva.



Trato que escribiendo me pueda desahogar, para poder hacer bien y a tiempo lo que tengo que hacer, así no tenga los ánimos.

Se que al lamentarme por lo que me pasa no voy a lograr nada, pero es lo que siento, adicionalmente mi cabeza esta como embotada.

Me siento además como algo mareado desde ayer,  claro que este síntoma estoy casi seguro no tiene nada que ver con mi tb, porque nunca lo he sentido como algo asociado a mis desbalances.

Como raciono que este sentimiento es debido a mi trastorno bipolar, no culpo a nadie de ello, no le hecho la culpa a esta sociedad, no le hecho la culpa a este mundo difícil y a esta época en la cual me tocó vivir, ni creo que se deba a que un ser superior me castiga por algo que debí haber hecho mal o porque me esta poniendo a prueba, por lo que si rezo este sentimiento vaya a cambiar, considero que lo que siento se debe a que mi cuerpo funciona así, deficiente, algunas veces por falta u otras por exceso de algunas sustancias del cerebro, que provocan un estado de animo muy bajo u otras veces muy alto, también se que estas deficiencias son por a una característica heredada y desarrollada en mi vida, que no adquirí porque quise o debido a una enfermedad contagiosa.

También porque razonando mis circunstancias a mi alrededor son buenas: Tengo familia que quiero y me quieren a pesar de lo que tengo, mi situación económica es buena, tengo trabajo aunque no sea estable, se que puedo soportar lo que siento, no se si en otras circunstancias pasaría lo mismo.



Tener una explicación a lo que me pasa tampoco me hace sentir bien, voy a tomar prestadas unas palabras de alguien que paso por acá y dejo plasmadas lo que se puede sentir en un momento como el que estoy viviendo ahora.

"Momentos de tristeza, donde la soledad y la oscuridad van de la mano, mi alma llora y el corazón grita. No importa que tengas familia o una relación amorosa, te sientes solo y por mucho que te hablen e intenten consolarte, el único consuelo es la almohada en la que pones tu cabeza, piensas, lloras y te escondes."




Si, son momentos de tristeza se puede decir casi infinita, donde a veces aunque queramos a otras personas. no las queremos ver ni que nos vean, solo queremos estar solos, como ahora lamentando la mala situación por la que pasamos, que con el tiempo esta va a cambiar, aunque en este momento ese tiempo sea eterno.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Eutimia

Es un estado que se define para los que sufrimos de trastorno bipolar, donde se tiene un control de los sentimientos y se tiene una estabilidad aunque no estemos curados, se puede decir que en este estado los que sufrimos esta dolencia mental actuamos y somos como cualquier persona, aunque es posible que sintamos algunos desbalances, estos apenas serán apreciables por nosotros y de pronto por alguien muy allegado, es cuando estamos en EUTIMIA que para mi es estar estable, cuando reflexionamos de forma correcta sobre nosotros, cuando podemos desarrollar bien nuestras potencialidades y cuando realmente podemos actuar objetivamente sin las influencias de nuestros estados alterados que nos hacen demasiado optimistas o demasiado pesimistas.

Lo anterior lo digo como prólogo a una entrada que encontré en el blog de un escritor y ensayista español: Rafael Narbona con quien me siento identificado en la mayoría de sus apreciaciones incluyendo en las que tienen que ver con el trastorno bipolar, donde gracias a su buen estilo detalla de una forma casi poética lo que se siente estar afectado por el trastorno bipolar en sus diversos estados.

A continuación me permití copiar y pegar en su totalidad la entrada Eutimia la cual esta en su blog http://rafaelnarbona.es.


 “Las personas que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir” (Luis Rosales, La casa encendida)



Son las doce de la mañana. Estoy solo frente a un paisaje desnudo, que enlaza campos de trigo y cebada. Es el paisaje que contemplo a diario. Salvo las retamas y una hilera de árboles que bordean un riachuelo, no hay nada. Sólo tierra y cielo. Hace un hermoso día de otoño, con una luz que prefigura una posible eternidad. Un pájaro se ha posado en la higuera del jardín y canta alegremente. Parece que el mundo está bien hecho, que ser hombre no es una fatalidad, sino un privilegio. Por primera vez pienso que la conciencia es una carga ligera. No es un fuego que nos lacera, sino una lumbre que nos permite contemplar las cosas y sentir su misterioso latido. Las crisis depresivas y los brotes de manía parecen tempestades remotas, vendavales que se perdieron en un lejano horizonte. Miro mis manos y noto su calma. Son como dos niñas que juegan bajo el sol, con el corazón alborozado porque el aire se enreda en su pelo. La muerte se ha escondido en un pozo y se ahoga como un verso que no encaja en un poema. No sé si vivo un paréntesis o un sueño, que la realidad disipará con un manotazo airado, pero agradezco esta tregua que me ha permitido descubrir el prodigio de una mañana y acallar los aullidos que me invitaban a liberar la sangre de mis venas.

Antes pensaba que vivir era adentrarse en un río y hundirse en su penumbra con unas piedras en el bolsillo, experimentando la perfección de no ser. La muerte me parecía un templo que aguarda nuestra ofrenda, prometiéndonos una paz inaudita. Deseaba traspasar su umbral y escuchar ese silencio que cae lentamente, como la nieve sobre el mar. Ahora no entiendo ese anhelo, pues observo mi carne y advierto su impaciencia por caminar hacia dentro, buscando la felicidad en el mismo lugar donde se malogró un día. Pienso en mi frente apoyada en el cristal de mi cuarto, intentando comprender lo que había al otro lado. De niño, el estrépito del exterior me aterraba. Cada vez que el autobús doblada la esquina y bajaba la calle, sentía que mi pecho se convertía en un grito. Era como andar descalzo entre cristales. Tal vez ahí empezó mi viaje hacia la locura. Tal vez ese viaje no finalizará hasta que pueda mirar por una ventana y amar el ruido que delata el existir de los otros. El miedo no fue lo primero y no puede ser lo último. Mi niñez no empezó con ese temor, sino con la dicha de ser una presencia entre dos seres que se amaban. Aún recuerdo a mis padres encaramándome sobre un mirador para que observara la Casa de Campo, con sus árboles respirando como un gigante dormido. No recuerdo la primera vez que contemplé el mar, pero no he olvidado la sensación de que ardía como unos ojos recién nacidos, deslumbrados por lo que aún no comprenden. El sonido de las olas me hizo pensar en un abejorro que se demora en una flor, despreocupado y tranquilo. Aún no sabía qué era lo efímero, pero ahora entiendo que la importancia de las cosas no se mide por su duración.





Eutimia. Parece el nombre de una planta, pero es el nombre de un estado de ánimo. En el caso del trastorno bipolar, designa el equilibrio, la remisión de los síntomas, los períodos de calma y estabilidad. No es el feliz desenlace de una enfermedad que puede hibernar durante largos períodos y despertar abruptamente, pero sí constituye un tiempo de bienestar y sosiego. Algunos elogian mi valentía por sincerarme y no ocultar mi condición de bipolar. Me parece excesivo hablar de valentía. Simplemente, creo que disfruto de un entorno favorable, que no me cuestiona ni censura. Es cierto que si continuara en las aulas, todo sería más difícil. Los prejuicios y la intolerancia de padres y profesores no me permitirían escribir abiertamente, relatando mis vivencias. La sociedad no es compasiva, sino mediocre, servil y vengativa. Ser un profesor jubilado –tal vez sería más exacto decir “escupido por el sistema”- me ha proporcionado una insólita libertad y no encuentro ningún motivo para no hablar sobre una patología que marca el ritmo de mi existencia. 

Ignoro cuánto tiempo se prolongará la eutimia, pero cada día encaro el futuro con más optimismo. La bipolaridad sigue ahí. Es 6 de noviembre y hace calor. Hace dos días, el frío barría la estepa castellana y la oscuridad prevalecía sobre la claridad. A pesar de mi mejoría, los cambios atmosféricos siguen influyendo poderosamente en mi estado de ánimo. De hecho, escribo estas líneas ligeramente deprimido. Me agrada la luz. Considero que es una buena razón para vivir, pero cuando aparece súbitamente algo se desordena en mi interior. ¿Se producirán nuevas recaídas? ¿Volveré a sentir un dolor sin fondo y el deseo de desaparecer por una grieta? ¿Regresará la manía, con sus muecas horripilantes y su verborrea incontenible? Ya he cumplid 50 años y noto que mis humores se han aquietado. La melancolía sigue cosida a mi piel, pero la desesperación ya no se bebe mi alma. El suicidio ya no invoca mi nombre y mis huesos ya no temen despertar cada mañana.

Son las cinco de la tarde y el sol ha descendido. Las sombras comienzan a inclinarse en la pared. El cielo ha empalidecido, pero mi memoria ya no jadea como un moribundo, que agoniza entre sombras y alucinaciones. Pienso que he vuelto hacia mí mismo, hacia ese cristal de mi infancia donde apoyaba la frente. Sigo escuchando al autobús que dobla la esquina, pero el sonido del mundo ya no me hiere como una cuchilla. Mis manos me han salvado. Su impulso de escribir me ha rescatado del luto y el llanto. Seguiré tropezando, pero ya no caminaré por el vientre de la muerte, soñando que mi carne se enfría. Ya no escribiré breves notas de despedida ni levantaré los remos, deseando que los arrecifes me lleven a pique. Confiaré en la corriente y no lamentaré haberme alejado de la orilla. Ya no deseo desnacer, sino conocer mi vejez en el espejo y sentir que he sido humanamente, que mi existir no ha sido en vano, pues he besado los labios de la esperanza y mis labios se han regocijado, con la alegría de un jardín que reverdece después de un largo ocaso.


Escrito por Rafael Narbona 6 de Noviembre de 2013.