domingo, 22 de junio de 2025

Loco o anormal

Los hombres me han llamado loco; pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es o no la forma más elevada de la inteligencia, si mucho de lo glorioso, si todo lo profundo, no surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general.
Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche. En sus grises visiones obtienen atisbos de eternidad y se estremecen, al despertar, descubriendo que han estado al borde del gran secreto.
De un modo fragmentario aprenden algo de la sabiduría propia y mucho más del mero conocimiento propio del mal.
Penetran, aunque sin timón ni brújula, en el vasto océano de la «luz inefable», y otra vez, como los aventureros del geógrafo nubio, «agressi sunt mare tenebrarum quid in eo esset exploraturi».

Diremos, pues, si, que estoy loco.


Concedo, por lo menos, que hay dos estados distintos en mi existencia mental: el estado de razón lúcida...  y un estado de sombra y duda, ...."(ver nota)



  Digamos pues que si, que soy un loco, a pesar de que solo actúo de forma no común (anormal), en muy pocas ocasiones.



  Todo comenzó hacia el año 1984, tuve que ser internado en una institución para personas con problemas mentales, según mi apreciación, no era tan cruel y tétrica como los manicomios que se muestran en las películas.



  En mi caso particular ( con el fin de suavizar las situaciones ): Estuve en una institución para el tratamiento de personas con problemas mentales moderna (por no decir que en un manicomio, moderno eso si), el cual se define dentro de la misión estratégica de negocio en el año 2018, como: "Pioneros en la atención de Salud Mental en el Valle del Cauca y en la región del Pacífico colombiano".



  Hasta donde me da mi memoria, estuve internado cerca de tres semanas, pudo ser más pero no me acuerdo bien.



Después de la hospitalización temporal, donde entré como un loco más, es posible que mi diagnóstico haya sido de un paciente que ingresa en un estado de psicosis fuerte como parte de un cuadro de manía intensa (traducción al español coloquial: locura); pasé a un estado de remisión ambulatoria pero medicado (zombi drogado).



Se puede decir que después de mi internado en este sitio, logré volver a un estado de cierto equilibrio mental por muchos años, para después seguir con mi vida casi normal, sin embargo, las huellas de mi paso por esta institución no las he podido borrar del todo de mi mente y no fue solo el hecho de la institución como tal, que a mi concepto puedo considerar que realizo bien su trabajo, si no el creer que había estado loco, o que terminaría enloqueciéndome y perdiéndome de este mundo pero en vida, ese era mi pensamiento después de mi remisión y lo fue por mucho tiempo.


En este momento, año 2025, tengo un poco mas claro que según la definición de los psiquiatras de la época: Había sufrido de una crisis de un problema mental (que para mi no tenía nombre), que es probable que para la época se denominaba psicosis maníaco depresiva, al cual ahora se le tiene un nombre mas complicado, de pronto un poco mas complejo, pero que suena un poco mejor; además que está de moda en estos días, ya que según muchas personas hay mucho famoso por ahí que dicen que la sufre: Se denomina trastorno bipolar y es mas se le tienen muchas subdivisiones, que en mi caso se denomina de tipo I.



Después de salir de mi hospitalización psiquiátrica logré la remisión, sin embargo, algo que me marcó fuertemente fueron unas palabras que me resonaron mucho cuando empecé a ser tratado; cuando el psiquiatra me dijo: "Usted esta enfermo y a partir de este momento debe tomar medicación por el resto de su vida".



Según mi apreciación, la definición actual de trastorno bipolar es un eufemismo que pretende encubrir el estigma asociado al anterior termino: Psicosis maníaco depresiva, o el estigma que para muchos implica ser denominado simplemente loco, o alguien que se enloquece por ratos, porque esa es la definición popular a mi problema, de igual forma se le denomina a los que sufren esquizofrenia y de otros trastornos mentales, que como tales no pueden definirse bien como enfermedades mentales, pues según he logrado entender el termino enfermedad se refiere principalmente a problemas físicos corporales que no tienen que ver con el funcionamiento de la mente. Para un parroquiano es igual un esquizofrénico, un bipolar o una persona que sufra de un problema mental entre los miles que definen los manuales de psiquiatría moderna: "Es simplemente: Un loco"


Considero que para mí puede haber sido importante conocer en más detalle mi problema y tratar de entender cómo se desarrollan sus manifestaciones, cómo evitar llegar a estados graves; pero para las personas comunes y corrientes no es un tema de interés. ¿Por qué debe interesar el tema de las personas locas o desadaptadas a quienes se consideran normales? Pienso que no mucho, y menos si no lo sufren o si personas muy cercanas no lo sufren. Para muchos, el loco es así porque quiere y no hace nada por salir de su estado; para otros, es así porque le tocó por una cuestión de destino o por castigo de un dios; y para los más sensibles pero que no tienen conocimiento del tema, el loco es un bicho raro que se mira con pesar. Sin embargo, aún pensando así, se le discrimina. Para los que sufrimos con nuestros problemas mentales, estas apreciaciones no nos ayudan; a pesar de que no se puede pretender que todas las personas nos tengan que comprender ni sepan diferenciar claramente qué problema mental tiene cada uno de los afectados.

Al parecer, la sociedad ha avanzado respecto a la discriminación hacia lo diferente al promedio (al anormal, diciéndolo en crudas palabras), aunque todavía persiste la estigmatización hacia los que sufren ciertos problemas, como los mentales. Lo que expreso en este espacio, y lo que otros expresan en sitios parecidos, va en esa dirección: mostrar que no somos seres de otro mundo. Somos, quizá, anormales (diferentes, especiales u otros eufemismos) y somos pocos; sufrimos problemas de la mente que pueden ser manejados hasta cierto punto gracias a los avances científicos actuales, o aun a pesar de estos.

En mi caso, escribo sobre mi problema mental, algo que quizás solo debería interesarme a mí. Soy, en términos coloquiales, un loco que escribe y que, para hacerlo, se basa en lo que siente y se ayuda con lo que sienten y expresan otros, porque muchas veces me resulta difícil decirlo con mis palabras. Esta es mi situación actual, aunque, como ya dije anteriormente y en otras ocasiones, no pretendo volverme famoso ni rico con este blog. Sin embargo, me encanta que alguien lo lea; me alegra cuando las estadísticas muestran que varias personas lo han leído últimamente, y mucho más cuando comentan las entradas.



Si, Soy de pronto un loco mas




Si, Soy de pronto un loco mas

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Sin embargo, considero que en mi caso particular estar loco es un estado temporal o para mejor decir entro en un estado de locura de cuando en vez y normalmente paso desapercibido ante casi todas las personas, se puede decir que la mayor parte del tiempo soy una persona cuerda o mejor dicho actúo de forma normal, mis estados de locura son realmente muy pocos, solo en una oportunidad tuve unos sentimientos profundos de infinita sabiduría, de total inspiración, iluminación, dios me hablaba en el oído y yo lo ignoraba, pero el tiempo que duró mi delirio fue muy corto comparado con todo lo que he vivido, estadísticamente puede decirse que no pasó.



Cuando entro en esto que llamaré estado de locura temporal (Manía, según psiquiatras), llego a un estado de clarividencia, donde descubro cosas que han estado al alcance de mi conocimiento, pero que no había captado antes por no analizarlas bien, sin embargo, son tantas y de tantos aspectos al mismo tiempo, que termino abrumado. Es como cuando uno está en un sueño que vislumbra y descubre todo, pero estando despierto; de ahí que Poe lo describa dentro de su forma poética al decir: "Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche", médicamente en la actualidad esto que he estado diciendo es un síntoma del trastorno bipolar, como también lo puede ser de otros pñ´´´´´´´´ problemas mentales y lo llaman estado psicótico, pero a diferencia de un sueño donde uno interactúa con seres que uno mismo ha creado, cuando se esta despierto se interacciona con seres reales y choca muchas veces con ellos, porque mucho de lo que uno hace esta en contra de las normas y digo normas refiriéndome a lo que la mayoría hace.



Cuando uno pasa mucho tiempo en este estado donde se siente una infinita felicidad y no se regresa a la triste realidad; se necesita de un impulso de algo, es cuando las personas buscan ayuda, o cuando la sociedad a su alrededor decide parar esta situación, antes se encontraba con el alcohol u otras sustancias que se tenían al alcance sin ser ilegales o ahora se buscan sustancias mas potentes las drogas de las cuales hay algunas legales y otras ilegales, mediante estas se intoxica el cuerpo y la mente bloqueando este estado anormal, a veces sin consecuencias apreciables, pero muchas veces causando daños a corto o largo plazo, ademas muchas de estas drogas son para el resto de la vida por su forma de actuar al volverse la persona dependiente de ellas.



Nota: La primera parte en negrilla, no es de mi autoría pero como dice una canción por ahí: Esa canción es mía por un derecho casual, ya que define lo que siento en algún momento y se puede decir que su letra soy yo, además de acuerdo con mi poco conocimiento legal no puedo ser demandado por quien la escribió, aunque se revuelque en la tumba si uso sus palabras sin su autorización.

Esta forma de escribir solo la puede hacer una persona como lo fue Edgar Allan Poe y hace parte de su cuento Eleonora, este cuento lo pueden ver en mi versión plologada e ilustrada en http://unbipolarmas.blogspot.com.co/2015/10/cuento-eleonora-por-poe.html



lunes, 16 de junio de 2025

El amor en los tiempos del COVID






El amor en los tiempos del COVID



  

  Las ciudades ya no envejecen; las personas sí. Madrid es un espejismo de neón y silencio. En el cielo los drones voladores no hacen ruido pero los androides que barren las calles si, y yo, barría mis recuerdos con ayuda de AlinAI.



  En este momento siendo el año 2075, el Imperio Americano del Sur (llamado oficialmente Mancomunidad Iberoamericana) acaba de aliarse con lo que quedaba del Reino Español. El rey abdicó hace ya tres años y el parlamento declaró a España como una república democrática independiente (la primera república bananera de Europa, diría yo) asociada a la Mancomunidad Iberoamericana y renunciando a lo que ya no puede llamarse Unión Europea, que solo es la Desunión Europea. La historia no se repite pero rima, Es como volver al siglo XVIII, donde se dio la mayor extensión del Imperio Español, pero donde la capital política ya no es Madrid, sino Los Ángeles, y Cartagena de Indias se acaba de declarar la capital cultural.



  —Amor, tienes un 92% de probabilidades de depresión hoy —dijo la IA, su voz cálida como la de Clara pero sin su imperfecta humanidad—. ¿Quieres que active los protocolos de bienestar?



  —No —murmuré, mirando el holograma de una transmisión desde Cartagena de Indias que se proyectaba en la pared, donde se estaba dando el discurso del presidente López. Llegan entonces mis recuerdos, porque allí, en 2016, Clara y yo habíamos jurado nuestro amor eterno, mientras huíamos juntos de nuestros problemas mentales.



  Esa noche, mientras el presidente del Gobierno Hispano (así se llama al gobierno de la Mancomunidad Iberoamericana) emitía un discurso sobre la paz y la reconciliación histórica iberoamericana, AlinAI mostró una notificación cifrada, de esas que sobrevivieron en servidores piratas después de la Gran Purga Digital, era un archivo de voz de 2020, etiquetado como Clara_Velásquez_ÚltimoMensaje.wav. Cuando intenté reproducirlo, inicialmente escuché solo estática... y luego un susurro: .



   -No puedo respirar, tengo que entregar el celular. Voy a entrar a la UCI y es posible que no salga de esto, Carlos esta es mi despedida. Te amo...

 

II. La llamada


  El café matutino se enfriaba entre mis manos cuando AlinAI interrumpió el silencio:  

  —Amor, prioridad inesperada: llamada desde Colombia. Remitente: Carlos López. ¿Atender o archivar?  

  Mis dedos se aferraron a la taza. Nadie me llamaba desde Colombia desde hacía..? Había enterrado esos recuerdos bajo capas de tiempo y silencio.  

  Recuerdo la vez que estuve en Cartagena, cuando logré sobrevivir de milagro, fue como por el año de 2045 cuando se dio el asedio del imperio Anglo, en contra del imperio Hispano, algo que también se dio por allá en el siglo XVIII, y como aquella vez a pesar de que hubo varios millones de muertos por la hambruna, al final Cartagena resistió, pero a pesar de que se gano esta batalla el imperio Hispano perdió pues España volvió a perder la ultima guerra, esta vez Inglaterra se quedo con Andalucía y las posesiones del reino español fuera de la península y Cataluña se independizo también con apoyo de los ingleses y entro a ser parte del imperio Anglo.

  Que me contestas me replico AlinAI —Atender —dije, aunque algo en mi pecho se encogió. 

  Mi vida, aunque yo no lo acepte, terminó ligada a esta ciudad, yo la odio con todos mis sentimientos o quizás de tanto odio es que la amo.

  El único recuerdo bello que tengo de Cartagena, aunque también puedo decir el mas abrumador, fue cuando en noviembre del 2016, huyendo de la vida en la capital, después de empezar mi relación con Clara y cuando estábamos comenzando nuestra vida en pareja, le dije a Clara -Amor, te tengo una sorpresa, vamos una semana al mar, este invierno esta muy deprimente ¿Qué opinas?, Ella me dijo que no, que tenía mucho trabajo en el Hospital La Paz, que apenas hace un mes empezó a trabajar como pediatra titular y que una semana es demasiado tiempo, sin embargo, aceptó, luego ya cuando estábamos en la terminal me dijo -para donde vamos este es el terminal internacional, creía que íbamos para el mar pero de pronto a Sevilla o a Barcelona, ¿para donde me llevas?, tranquila amor vamos a Cartagena. Ella me contestó -pero este es el muelle internacional.  -si vamos para Cartagena pero no para Cartagena España sino para Cartagena Colombia, le dije.

   Ella quiso no ir inicialmente, me dijo, bastantes problemas tengo con mi familia para que me lleves a Colombia en estos momentos, te recuerdo que mi padre, aunque para mi no sea importante, es una figura pública por su alto cargo en el ministerio de salud y por mi seguridad no debo viajar para lugares que se consideran peligrosos y Cartagena Colombia hasta donde sé es una de las ciudades mas peligrosas, -No Carlos, que pena contigo pero no puedo viajar, yo le dije que se tranquilizara. -No nos va a pasar nada cariño y como además vamos de incógnito nadie fuera de nosotros dos sabe que vamos a viajar a Cartagena, también ten en cuenta que todas las ciudades son peligrosas, lo importante es no arriesgarse uno por su cuenta, solo vamos a visitar lugares seguros y nada nos va a pasar, ella me contestó: -mi mamá me mata si sabe que voy para Cartagena de Indias, pero... Bueno, vamos, -tranquila que ella no se va a enterar le dije.


  Al final el viaje resulto de maravilla y allí precisamente fue cuando le di el anillo de compromiso, de un compromiso que no se pudo definir, pues siempre fuimos aplazando nuestra boda por los problemas de pareja que nunca faltan y para el 2020 después de que ella casi muere por la peste, nos separamos sin haber celebrado nuestra boda.
 
  De repente, La llamada interrumpió mis recuerdos:

—¿Carlos García? Soy el hijo de Clara Velásquez.  

El mundo se detuvo. "Clara". Su nombre me atravesó como un cuchillo oxidado. De pronto volví a tener treinta años, en aquel apartamento de hospital donde el olor a alcohol gel se mezclaba con sus lágrimas.  

—Mi madre falleció ayer —continuó la voz—. Quiso que usted estuviera en su despedida. 

El piso pareció inclinarse. Clara muerta. Era imposible. Clara era el eco de risas en la Feria de Abril, el calor de una mano en mi pelo cuando la fiebre del COVID me hacía delirar. Clara no podía ser... un cadáver.  

—El funeral es en Cartagena el 20 de marzo. Me dijo el hijo de Clara —Pero si no puede, y puede otra fecha cercana, lo reprogramamos.  

  Cartagena. La ciudad donde una vez creímos que el amor era más fuerte que las pandemias y las fronteras. Ahora solo quedaba a dos horas en transbordador, pero yo ya no era el hombre que cruzaba océanos por ella.  

—Necesito pensarlo —mentí, colgando antes de que mi voz quebrara.  

 Tres días de batalla...

EL MENSAJE QUE AHOGÓ EL SUEÑO
Carlos sintió el sudor frío al leer una notificación en su celular, No puedo respirar… Corrió entre calles vacías de Madrid, buscando su antigua casa, pero las puertas se convertían en muros húmedos. El cielo se oscureció hasta volverse agua espesa. Cuando intentó gritar, el líquido llenó su garganta. Despertó de golpe, jadeando, las sábanas enrolladas en su cuello como algas. En la pantalla de su móvil, solo había un anuncio del tiempo. Pero el sabor salado del miedo seguía en sus labios.


ALINAI Y LAS BANDERAS ROTAS

  Revisando archivos olvidados anunció la voz suave de AlinAI. La pantalla me mostró junto a Clara en un cortijo andaluz (verano, 2019): uvas entre sus manos, piel dorada, risas que chocaban contra las colinas. La siguiente foto los congeló en 2020: misma terraza, mismas sillas. Pero ahora llevaban mascarillas quirúrgicas colgando de una oreja, como "banderas rendidas" (así lo llamaba Clara). Ambos sonreían con ojos vidriosos, termómetros en mano, mientras el termómetro marcaba 39°C.

 ---¿Recuerdas, Carlos? —susurró AlinAI—. Reímos hasta que nos dolió el pecho... pero no era por la risa. Carlos apagó la pantalla. El silencio olía a desinfectante.


LA MALETA DE LOS ADIOSES DUPLICADOS
  Al tercer día de ordenar el trastero, encuentro la maleta azul. La misma que compré con Clara el día que pudimos salir en pandemia, después de varios meses de encierro,  (agosto, 2020). La cremallera crujió al abrirla. Dentro, solo un sobre: Una impresión de un boleto electrónico Madrid - Sevilla dos viajes ida y regreso a nombre de Clara y yo. Dos fechas escritas a mano:  
15 junio 2020 (tachado con rabia).  30 octubre 2020 (tachado con resignación).  Esa vez la del 30 de octubre fue el día en que viaje solo y fue el último día que vivimos en pareja, pues después de esto Clara casi muere y solo pudo recuperarse después de muchos años pero no a mi lado.

  Acaricié las rayas que anularon el futuro. Clara se había ido definitivamente.

  La maleta volvió a la oscuridad, conteniendo el único viaje que nunca hicimos juntos.

  —Amor —me interrumpió AlinAI—, tu estrés cardíaco requiere intervención. ¿Activo protocolos de calma?  

  —No —respondí, mirando el holograma de Cartagena que flotaba sobre la mesa—. Reserva un transbordador. Para mañana.  

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III. Los fantasmas del 2020

  El puerto de Cartagena brillaba bajo la luz violeta de los drones funerarios cuando llegué...



  Acepté viajar. No por el funeral, sino por ver su rostro una última vez, aunque fuera en la muerte. El transbordador me dejó en Cartagena al anochecer, cuando las murallas brillaban con bioluminiscencia artificial y el olor a salitre se mezclaba con el zumbido de los drones funerarios, Cartagena era una ciudad bulliciosa y una gran metrópoli, que según datos estadísticos del INE el distrito cuenta con unos 10 millones de habitantes y si se tiene en cuenta el área metropolitana que comparte junto a las otras ciudades caribeñas cercanas se tienen 25 millones de almas juntas, en este momento es el área mas densamente poblada del Caribe a pesar que se puede decir que es una isla, pues con la subida del mar por culpa del cambio climático Sur América se dividió y lo que antes era el tapón del Darién se convirtió en el estrecho del Darién, las costas de la provincia de Colombia han retrocedido muchos kilómetros y lo que antes era una costa entera se convirtió en un Archipiélago dividido por los diferentes ramales de la desembocadura del rio Magdalena que se convirtió en un rio mucho mas grande y que se unió con el Orinoco y el Amazonas mediante canales.



  Carlos López, el hijo de Clara, me esperaba en el puerto junto a dos jóvenes, sus hijos, pienso yo (que debieron ser mis nietos), era bastante alto, como me dijeron que era su padre (a quien yo nunca conocí), pero tenía los ojos de Clara: negros y profundos como pozos de tinta, le salude al recibirme, -mucho gusto Carlos García. El me contestó, -mucho gusto Carlos López. Tratando de romper el hielo le dije: -Eres de los López de la familia del presidente?, me dijo: -Nada que ver, no fuera mas mi desgracia.



  —Ella no quería lágrimas —me dijo mientras caminábamos por calles empedradas—. Quiso una fiesta. Música, ron, y que usted estuviera aquí, nada raro en esta parte del mundo donde todavía los funerales se celebran como fiestas, una tradición africana de hace mucho tiempo.



  La casa era una casona colonial, acabo de acordarme cuando trabajaba para la firma de ingenieros y que estuve en las obras de los muros de contención para proteger a Cartagena del mar y entre lo que estuve trabajando nos toco subir unos 10 metros la ciudad antigua para que no se estuviera inundando a cada rato.

  Las paredes hablaban en hologramas: fotos de Clara en Madrid, con los médicos del Hospital La Paz, de nosotros dos en la Feria de Abril, de su hijo creciendo entre dos patrias, que hoy son solo una. En el centro del salón, su cuerpo descansaba dentro de una urna criogénica de despedida —una costumbre de la nueva era—, rodeada de orquídeas.



  —Ella dejó esto para usted —me dijo Carlos, entregándome un sobre amarillento. Dentro había una impresión de un pantallazo de celular, un boleto de avión de ida y vuelta de Madrid a Sevilla del año 2020, y una carta en español antiguo, hecha con su puño y letra, que olía a jazmines secos.



  Carlos: Si lees esto, es que al fin me rendí al tiempo. Pero no temas. La muerte es solo un puente. Te espero donde las mareas no llegan.



IV. El secreto en el sótano



  Esa noche, mientras los invitados bebían y reían (como Clara quiso), su hijo me llevó al sótano del edificio. Allí cogimos un ascensor que descendió varios minutos. Entre sombras y cables de nanotecnología, había un arca neuronal, un dispositivo clandestino que almacenaba conciencias.



  —Ella no quería que lo supiera nadie —susurró el hijo de Clara—. Pero pagó para que su mente se guardara aquí. No es inmortalidad… es solo un eco. ¿Quiere hablar con ella?



  Mis manos temblaron. Era una blasfemia, una fantasía gótica y un pecado mortal. Pero asentí.



La máquina se encendió, y de pronto, Clara estaba allí: no como un holograma, sino como una voz que brotaba de las paredes, dulce y cálida como el verano madrileño.



—Tardaste, mi amor —dijo, y mi corazón se partió en dos.



Los últimos recuerdos



  Pasé horas hablando con Clara en su espectro digital, riendo de nuestros errores, llorando los años perdidos. Al amanecer, su hijo me encontró dormido frente al arca, abrazando la foto del boleto de avión.



  —Ella quería que se quedara con esto —me dijo, mostrándome un anillo de oro con un pequeño rubí—. Era de su abuela. Dijo que usted lo entendería.

El anillo 





  Lo entendí. No era un adiós, sino una promesa.



  Al salir de la casa, el sol caribeño me golpeó el rostro. En mi bolsillo, el anillo pesaba más que el futuro. Y entonces, por primera vez en años, sonreí. Porque Clara, a su manera, me había dado un final feliz: La certeza de que, en algún lugar entre la tecnología y la magia, nuestro amor seguía vivo.



  Fin