**Las palabras de los psiquiatras**
Las palabras de los psiquiatras pueden ser contundentes. Te marcan, y creo que esto se debe al peso de autoridad que nuestra sociedad les ha otorgado. Recuerdo lo que me dijo el último con quien estuve en tratamiento, hace ya dos años: *«Debés seguir el tratamiento con dos medicamentos de estabilización»*. Yo me negué, aclarándole que solo los consideraría si me acercaba a una crisis y que, en ese caso, acudiría a ellos.
Este último tratamiento lo inicié por recomendación familiar y con la esperanza de que, al mudarme a otra ciudad —aunque dentro del mismo país—, las cosas pudieran ser distintas. Esperaba alternativas nuevas, pero las propuestas coincidieron con lo que ya me habían dicho otros psiquiatras en mi ciudad anterior. Sin embargo, hubo algo que me dejó perplejo: el psiquiatra mencionó que le parecía admirable que, a pesar de mi cuadro clínico, hubiera logrado tanto en la vida y, en términos generales, llevara una existencia funcional. Me comparó con otros pacientes en situaciones similares, cuyas vidas suelen ser —o fueron— más caóticas.
**Mi postura frente a la psiquiatría**
No me defino como antipsiquiatra radical, pero sí soy un crítico firme de cómo el sistema actual aborda los trastornos mentales. Muchas personas, incluyéndome, somos tratadas como «enfermas» en un modelo que ha convertido la salud mental en un negocio. Se patologizan problemas de adaptación social o malestares psicológicos —que no implican deficiencias cerebrales ni trastornos graves—, etiquetando como «enfermedades» lo que son respuestas humanas a entornos hostiles.
**Mi experiencia personal**
Sufro problemas mentales, pero no tengo lesiones físicas en el cerebro. Por eso afirmo: *«No soy un enfermo mental»*. Sin embargo, sí enfrento dificultades severas para adaptarme a la sociedad y cumplo con criterios de trastorno bipolar tipo I (antes llamado maníaco-depresivo). Me autodenomino *«un bipolar más»* porque he vivido episodios psicóticos —lo que algunos llaman «ataques de delirio»—, uno de los cuales me llevó a ser internado en una clínica. También he transitado depresiones profundas, donde el mundo se tiñe de gris y la tristeza parece infinita.
**Medicación: ¿aliada o enemiga?**
Critico, además, que los fármacos a menudo se receten como única solución, sin considerar sus efectos adversos. En mi caso, algunos medicamentos han empeorado mi estado en lugar de mejorarlo. Esto refleja un sistema que prioriza la supresión de síntomas sobre el bienestar integral, ignorando que detrás de cada diagnóstico hay una persona con una historia única.
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