Imperialismo Psiquiátrico
Esta entrada es una regular traducción hecha por parte mía con la ayuda del traductor de google, del artículo en inglés publicado originalmente por su autora la Dra Joanna Moncrieff, que data del año 1997, el cual esta siendo reproducido sin la autorización directa de su autora, sin embargo, como esta disponible libremente en la internet, como también que esta publicación se hace con fines informativos y sin animo de lucro, la rebloggeo traducida aún con los inconvenientes mencionados, adicionalmente se aclara que dicha traducción puede en algún momento cambiar algunas de las ideas originales de su autora, pues no soy experto traductor, como también que en cada traducción hay un aspecto de la forma de ver las cosas del traductor, también encontré aquí en la internet otra traducción al español de este mismo artículo
En esta entrada la Dra Moncrieff muestra como la psiquiatría se ha convertido en una herramienta más, para el control social, la cual ha logrado hacerse con el manejo de muchos de los aspectos de la vida de muchas personas, se muestra aquí como partiendo de la búsqueda de tratamientos a personas con marcados problemas mentales, se han desarrollado medicinas y protocolos que también pueden aplicarse a muchas mas personas con problemas no tan graves, o que realmente no tienen problemas mentales, sino problemas causados por tener que vivir en la sociedad moderna.
Es de tener en cuenta además que dicho artículo no es una novedad, pues fue publicado hace ya casi 20 años, sin embargo, lo que plantea esta mas que vigente y explica mucho de lo que esta pasando en estos momentos en la sociedad, gracias a la intervención de la psiquiatría moderna.
Antes de presentar el artículo voy a presentar brevemente a su autora.
Según se dice en la Wikipedia:
En ingles original: Joanna Moncrieff is British psychiatrist and a leading figure in the Critical Psychiatry Network. She is a prominent critic of the modern 'psychopharmacological' model of mental disorder and drug treatment, and the role of the pharmaceutical industry. She has written papers, books and blogs on the use and over-use of drug treatment for mental health problems, the mechanism of action of psychiatric drugs, their subjective and psychoactive effects, the history of drug treatment, and the evidence for its benefits and harms. She also writes on the history and politics of psychiatry more generally. Her best known books are The Myth of the Chemical Cure,[1] and The Bitterest Pills.[2]
En la regular traduccion al español: Joanna Moncrieff es una psiquiatra británica y una figura destacada de la Red Crítica a la Psiquiatría. Ella es una fuerte crítica del modelo moderno 'psicofarmacológico' del trastorno mental, del tratamiento con drogas y del papel de la industria farmacéutica. Ha escrito artículos, libros y blogs sobre el uso y el abuso en el tratamiento farmacológico de los problemas de salud mental, del mecanismo de acción de los fármacos psiquiátricos, de sus efectos subjetivos y psicoactivos, como de la historia del tratamiento con drogas, la evidencia de sus beneficios y daños . También escribe sobre la historia y la política de la psiquiatría. Sus libros más conocidos son El mito de la Cura de la Química, [ 1 ] y las píldoras más amargas . [ 2 ].
IMPERIALISMO PSIQUIÁTRICO: La medicalización de la vida moderna
Joanna Moncrieff,
Reimpresión de Sondeos, número 6, el verano de 1997
Introducción
La institución de la psiquiatría creció en el siglo XIX durante la emergencia y consolidación del capitalismo industrial. Su función fue la de hacer frente a un comportamiento anormal y extraño que, sin romper la ley, no se ajustaba a las exigencias del nuevo orden social y económico. Su asociación con la medicina esta en la función oculta de política de control social, dotándola de la objetividad y neutralidad de la ciencia. El modelo médico de trastorno mental ha servido desde entonces para ocultar los procesos sociales que producen y definen la desviación, mediante la localización de la causa de los problemas en la biología individual.
La psiquiatría se presta a la perpetuación del orden establecido, por el desafío que está implícito en una conducta desviada, socavando con ello una fuente de crítica y oposición.
Durante el siglo XX, un feroz ataque contra la psiquiatría, ha condenado esta caracterización médica engañosa de los problemas de la vida y las medidas represivas que se hacen pasar por un tratamiento psiquiátrico.
Sin embargo, al mismo tiempo, la tecnología más sofisticada ha permitido a la profesión psiquiátrica capear el temporal, además ha servido para reforzar su reclamo a la jurisdicción sobre la denominada "enfermedad mental", dándole con este disfraz la oportunidad de ser una herramienta del sistema, para el control social y la represión de la disidencia.
En algunos aspectos, la psiquiatría nunca había sido tan segura y respetable como lo es en la actualidad.
En los años 1950 y 1960, una revolución farmacológica dio origen a una serie de medicamentos que pudieron usarse como tratamiento en trastornos como la esquizofrenia, la depresión y la ansiedad, los cuales permitieron a la psiquiatría acercarse al paradigma de la medicina física, al dotarla con la capacidad de administrar curas específicas, para condiciones específicas. A partir de este período también, la atención psiquiátrica se trasladó de los asilos desacreditados a los hospitales generales, en una mayor cercanía con el resto de la comunidad médica. Este movimiento encarnaba los intentos de la profesión psiquiátrica de quitarse la estigmatización de cuidar enfermos mentales crónicos y pasar a curar la enfermedad mental aguda.
La atención comunitaria es la concesión a la naturaleza crónica y recurrente de las condiciones psiquiátricas.
Del mismo modo, los esfuerzos en localizar los orígenes biológicos de la enfermedad mental han sido revitalizados con la introducción de nuevas tecnologías para el estudio del cerebro, el desarrollo de la genética molecular y el proyecto del genoma humano.
Sin embargo, a pesar de una decepcionante falta de resultados consistentes, la cantidad de recursos dedicados a esta investigación da aun más credibilidad al modelo médico de enfermedad mental.
En el siglo XX se ha producido una influyente crítica de la psiquiatría, articulado por académicos y algunos psiquiatras rebeldes (RD Laing, Thomas Szasz y David Cooper). Las teorías sociológicas de la desviación, la medicalización y la organización de las profesiones, ayudaron a exponer las funciones políticas y procesos involucrados en la institución de la psiquiatría.
El paternalismo de la psiquiatría fue atacado y el tratamiento médico fue acusado de ser más opresivo que las sanciones o castigos legales.
Estas ideas se expresaron en forma concreta en las actividades de los movimientos de protesta, grupos de defensa de los pacientes y los experimentos en instituciones. A principios de la década de 1970 en los Países Bajos y Estados Unidos, donde los movimientos de protesta fueron particularmente fuertes, hubo manifestaciones en contra del uso de la terapia electro convulsiva (ECT), se interrumpieron conferencias universitarias y algunos psiquiatras biológicos prominentes tuvieron necesidad de protección policial.
Hubo intentos famosos para crear comunidades terapéuticas que renunciaron a distinciones y jerarquías (como RD Laing Kingsley Hall y Ward David Cooper) en el Reino Unido y en Italia un movimiento psiquiatría democrática políticamente consciente instituyó reformas a la atención psiquiátrica personal. El movimiento de defensa de los pacientes, que se inspiró en las organizaciones de derechos civiles, fue otro acontecimiento importante. Aunque el activismo ha disminuido, los grupos de pacientes o sobrevivientes siguen siendo fuertes y las personas y grupos de profesionales que sigan promoviendo enfoques alternativos, a los problemas de la llamada enfermedad mental. El movimiento "antipsiquiatría" también tuvo un impacto significativo en la política social que resulta en el aumento de las restricciones sobre el encierro involuntario y el tratamiento y un uso cada vez menor de técnicas físicas tales como la psicocirugía o los electrochoques en el cerebro (ECT).
Sin embargo, los acontecimientos recientes en la definición y gestión de las dos principales condiciones psiquiátricas, la depresión y la esquizofrenia, ilustran que la influencia social y los poderes formales de la psiquiatría institucional ahora pueden expandirse... La crítica que se expresó por primera vez hace tres décadas atrás, puede ser más relevante que nunca.
Depresión: Medicalización del descontento.
La Campaña Derrota de la Depresión (DDC según las siglas en inglés), lanzada en 1992, fue organizada por el Colegio Real de Psiquiatras, en asociación con el Colegio Real de Médicos Generales, con la financiación de la industria farmacéutica. La literatura de esta campaña indicaba que alrededor del 10% de la población sufre de un trastorno depresivo en un momento dado, además que un tercio lo sufrirá en algún momento de sus vidas, para lo cual se recomiendan fármacos antidepresivos, aun para todos aquellos con síntomas moderados a severos. Estas afirmaciones parecen sugerir que una gran proporción de la infelicidad humana tiene una base biológica y puede ser corregido de manera similar.
La publicidad que rodea el nuevo antidepresivo fluoxetina (Prozac), se ha convertido en sólo un poco más que extrema, con afirmaciones de que altera la personalidad y la mejora de las propiedades generales de la vida.
Una reciente colección de entrevistas con psicofarmacólogos destacados, los cuales participaron en el descubrimiento y la introducción de los fármacos psiquiátricos modernos, proporcionan un telón de fondo histórico interesante para la DDC. En la década de 1950 según datos de la práctica hospitalaria psiquiátrica, la depresión era un trastorno relativamente raro y no existía el concepto de un fármaco antidepresivo, específicamente en oposición a un estimulante general. Cuando la acción antidepresiva de ciertos compuestos fue propuesta por las compañías farmacéuticas, los psiquiatras eran inicialmente reacios a desarrollar y poner en marcha este tipo de medicamentos.
En una alianza inconsciente de intereses, psiquiatras influyentes desarrollaron y popularizaron la imagen de que la depresión es un trastorno de base biológica común, susceptible de tratamiento con drogas y con frecuencia esta no era reconocida; este concepto tenía la doble ventaja de ampliar enormemente el mercado de los medicamentos psiquiátricos y extender los límites de la psiquiatría fuera del asilo, desde este momento la profesión psiquiátrica y la industria farmacéutica inculcaron esta idea en la conciencia colectiva, tanto del público como en los médicos en general. El DDC es la última ofensiva.
La propuesta de que numerosos mecanismos bioquímicos son los responsables de la enfermedad depresiva y que estos implican a una variedad de mecanismos bioquímicos y hormonales: Esta en su mayor parte determinado por la moda. La evidencia de todas estas teorías ha sido inconsistente y el consenso acerca de la eficacia de los fármacos antidepresivos sigue siendo el más firme apoyo a la tesis de que la depresión es una condición fisiológica. Examinando la literatura psiquiátrica, esta indica que este consenso fue desarrollado a mediados de la década de 1970, se basa en la evidencia de los ensayos controlados aleatorios de los antidepresivos que estaban siendo ampliamente utilizados, los tricíclicos. Sin embargo, las primeras críticas de esta evidencia, es que se presenta una situación ambigua con una gran proporción de ensayos donde no se encuentra un efecto positivo. Además, más recientemente, algunos investigadores han sugerido que los antidepresivos no son específicamente activos contra la depresión, sólo ejercen un efecto placebo en un estado receptivo.
Ellos parecen funcionar mejor que un placebo inerte debido a que sus efectos secundarios aumentan su poder sugestivo y pueden admitir sesgo en el procedimiento de evaluación, permitiendo a los investigadores adivinar si los pacientes están con el fármaco activo o con el placebo. Un reciente meta-análisis de ensayos controlados con placebo versus Prozac, encontró que la probabilidad de recuperación fue de hecho asociada con la experimentación de efectos secundarios. Una revisión de siete estudios que utilizaron una sustancia activa como un placebo para imitar los efectos secundarios antidepresivos, encontró que sólo uno mostró que el antidepresivo era superior al placebo.
La variación en el estado de ánimo es una forma característicamente humana de responder a las circunstancias, pero la infelicidad se ha convertido en tabú en la tarde del siglo XX, tal vez porque socava la imagen que la sociedad desea proyectar. La medicalización disminuye la legitimidad de la pena y el descontento, por lo tanto reduce el repertorio de respuestas humanas aceptables para eventos y niega a las personas la oportunidad de disfrutar de sus sentimientos. Al mismo tiempo desvía la atención de los factores políticos y ambientales que pueden hacer que la vida moderna sea tan difícil y angustiante. Tal vez no sea coincidencia que el concepto de la depresión ha alcanzado su pico de popularidad presente en las sociedades occidentales, que están recuperándose de dos décadas de acontecimientos económicos adversos y de las medidas de políticos que han sido las culpables de un aumento del desempleo y la marginación de una parte sustancial de la población.
Sin embargo, también es importante reconocer que las personas tienen diferentes propensiones a experimentar estados de ánimo intensos y que, para los que están en los extremos de este espectro, como las personas con trastorno maníaco-depresivo, la vida puede ser muy difícil. Por lo tanto la medicación profiláctica es promovida por los psiquiatras para usarse a largo plazo en esta condición, principalmente en la forma de litio. Sin embargo, de manera similar a los antidepresivos, los reclamos de la eficacia del litio parecen haberse basado en pruebas insustanciales y en los estudios de seguimiento de las personas con depresión maníaca, los cuales no indican que se haya mejorado la perspectiva de la condición. Es posible, por tanto, que el tratamiento farmacológico profiláctico constituye una falsa esperanza que se ofrece a las personas que se sienten desesperados, por una profesión que se siente impotente.
Pero podría socavar aún más la única seguridad en sí mismo de las personas que ya son vulnerables. En lugar de aspirar a completar la curación, remisión natural de episodios debería fomentarse mediante la atención y la seguridad, y se deben hacer esfuerzos para mejorar la confianza en su propia capacidad para administrar o sobrevivir a su condición de afectado.
Esquizofrenia: Disfraz del control social.
La enorme inversión en la investigación de las bases biológicas de la esquizofrenia no ha producido una información concluyente. Décadas de cada vez más sofisticada investigación tecnológica ha puesto de manifiesto una débil pero posible predisposición genética, a menudo mucho más exagerada por los comentaristas psiquiátricos que ignoran las deficiencias de los principales estudios. Estudios de genética molecular han publicitado conclusiones iniciales que implican varios genes diferentes, que luego encontraron que se deben al azar, cuando los intentos de replicación fracasaron. El estudio paneuropeo más reciente concluye audazmente que las asociaciones genéticas reveladas, están implicadas en la patogénesis de la enfermedad. Sin embargo, el gen implicado es común en la población general, sólo es ligeramente más común en personas con diagnóstico de esquizofrenia y la similitud del grupo de comparación en este estudio fue asegurado sólo por el origen étnico y no por otros factores. Dado que la función respecto cerebro y anatomía, el único hallazgo consistente es el mayor tamaño del ventrículo lateral, una de las cavidades del cerebro, en personas con esquizofrenia. Una vez más hay un solapamiento importante con la población "normal" y la mayoría de estudios se han realizado en las personas con un largo historial de tratamiento con psicofármacos. Sin embargo, la posibilidad de que las drogas puedan ser las responsables de causar las anormalidades cerebrales observadas han recibido poca atención en la literatura psiquiátrica.
Las drogas psiquiátricas que se denominan diversamente como "tranquilizantes mayores'', "neurolépticos" o "antipsicóticos" son la base del tratamiento para la esquizofrenia, se ha afirmado que tienen una acción específica contra los síntomas psicóticos, como delirios y alucinaciones, pero los críticos sugieren que actúan de una manera mucho más cruda, mediante la producción de una lobotomía química o camisa de fuerza, que inhibe todos los procesos de pensamiento creativo; la psiquiatría aplaude el papel de estos fármacos en el vaciado de los asilos, pero una perspectiva alternativa sugiere que simplemente ayudaron a reemplazar el cuidado de custodia caro, con el control inducido por fármacos a largo plazo.
Una consecuencia política de la evolución hacia la atención comunitaria es que la ansiedad del público, ha reemplazado la preocupación por los derechos de los pacientes, con la preocupación por la protección de la comunidad, el tratamiento psiquiátrico se ha convertido en la panacea para este complejo problema social. En respuesta a algunos casos muy publicitados de actos violentos o peligrosos por parte de ex pacientes psiquiátricos, se introdujeron modificaciones en la Ley de Salud Mental (1983), que entró en vigor en abril de 1996 y que permite al personal psiquiátrico tener acceso a un paciente si se considera necesario y obligarlo a hacer cumplir la asistencia a los centros psiquiátricos; no confiere el derecho de hacer cumplir el tratamiento médico, pero sí permite una evaluación para el ingreso en un hospital, sin el consentimiento del paciente, si él no esta de acuerdo con algunas cuestiones como negarse a la medicación. La justificación de esta legislación esta en la suposición de que el tratamiento médico puede curar las perturbaciones y prevenir las recaídas. Sin embargo, la evidencia indica que una proporción sustancial de las personas con un episodio psicótico no responden a la medicación en absoluto, hay también una mayor proporción significativa de recaídas a pesar de tomar la medicación a largo plazo (en los ensayos clínicos, las tasas de recaída en la medicación es de alrededor de 30%) y, al igual que otras personas, pueden comportarse de manera antisocial cuando no están activamente psicóticas.
El elemento de control social de los cambios a la Ley de Salud Mental es sólo ligeramente velado y ha sido fuerte la oposición de los grupos de derechos civiles y de los pacientes. Su importancia radica en la introducción de un nuevo precedente de control sobre la gente después del alta hospitalaria. El uso de la antigua Ley de Salud Mental de 1983 para estos fines fue desafiado con éxito en los tribunales en la década de 1980. La forma exacta de las nuevas disposiciones cuando se implementa es incierto y es probable que varíe de acuerdo con la predisposición de los profesionales locales. Aunque hay mucho malestar entre los psiquiatras acerca de asumir una mayor responsabilidad por las acciones de la gente etiquetada como enfermos mentales, muchos en la profesión han pedido mayores competencias para hacer cumplir el tratamiento médico en la comunidad.
El modelo médico de enfermedad mental ha facilitado el movimiento hacia una mayor restricción, encubierto bajo el manto de un tratamiento. Este proceso de medicalización de la conducta desviada, oculta cuestiones políticas complejas, sobre la tolerancia de la diversidad, el control de la conducta disruptiva y la gestión de la dependencia. Permite a una sociedad que profesa valores liberales y el individualismo de imponer conformidad y lo reforzará. Se disfraza la economía de un sistema en el que el trabajo humano es valorado sólo por el beneficio que puede generar, marginando a todos aquellos que no son aptos o no están muy dispuestos a ser tan explotados.
La caracterización de la esquizofrenia como una enfermedad de base física del cerebro también excluye cualquier debate sobre el significado de las experiencias y acciones asociadas. Los intentos de hacer que los síntomas esquizofrénicos inteligibles y de comprender su valor comunicativo ayuda tanto para iluminar la experiencia ordinaria y aumentar la empatía por las personas con esta condición. Otras conclusiones interesantes apuntan a la asociación de la esquizofrenia con características de la estructura social. Nada parecido a la esquizofrenia fue descrito con anterioridad a principios del siglo 19, lo que sugiere una asociación con el surgimiento del capitalismo industrial en las sociedades modernas.
La esquizofrenia se diagnostica con mayor frecuencia en los centros urbanos, entre las personas de clase social baja y en ciertos grupos de inmigrantes, en comparación con su país de origen, en especial la segunda generación de la gente afrocaribeña en el Reino Unido. La investigación en el tercer mundo ha demostrado que las personas con esquizofrenia tienen un mejor pronóstico con una menor probabilidad de recaída y de declive funcional que sus contrapartes en el mundo desarrollado. Por tanto, parece que las condiciones sociales juegan un papel en la determinación de la expresión de los síntomas esquizofrénicos y así la esquizofrenia puede ser considerada como un espejo en las deficiencias de la estructura social actual.
La tolerancia de la diversidad de la vida humana y el respeto por la autonomía de todos deben ser la base de un enfoque alternativo progresivo. Mejorar el control de las personas sobre sus vidas significa ofrecer opciones y oportunidades genuinas para las todas las personas de diferentes tendencias. Significa crear una sociedad donde hay nichos disponibles que permiten una diversidad de estilos de vida. Implica aceptar que algunas personas pueden optar por llevar una vida de apariencia extraña o empobrecida. Aunque algunas personas con esquizofrenia encontrarán útil el tratamiento con drogas psiquiatras, hay frecuentes quejas sobre que muchos optan por no tomar la medicación.
Del mismo modo, algunas personas con enfermedad mental crónica gravitan lejos de la rehabilitación, de un ambiente estructurado, de los servicios de salud mental o de los albergues sin hogar y va a parar en las calles. Es común culpar a la falta de financiación de la atención comunitaria de este fenómeno, pero la investigación ha encontrado que la mayoría de las personas sin hogar psiquiátricamente enfermas no habían salido directamente de los hospitales mentales, una explicación alternativa podría ser que: En el largo plazo los enfermos mentales prefieren la naturaleza poco exigente de la situación de los sin techo, a las demandas intrusivas de la familia, la comunidad y de los servicios de salud mental.
La gestión de los comportamientos perturbadores y potencialmente peligrosos es un problema para todas las sociedades. El confinamiento y el tratamiento involuntario siguen siendo un área importante en la contención de estos, la oposición a esta situación hace hincapié en la necesidad de respetar la autonomía de las personas y se opone a la imposición de una serie relativa de valores acerca de lo que es normal y sano. Se argumenta que debería ser posible, mediante sanciones legales normales, hacer frente a un comportamiento que puede dañar o acosar a otras personas. Es un área que requiere una consideración más amplia. Sea cual sea la opción elegida, debe ser desarrollada de manera abierta y democrática, con la provisión adecuada para la representación y el escrutinio público, por lo que las medidas adoptadas no pueden ser subvertidas para servir a los fines de ciertos grupos por encima de otros.
Conclusión
A pesar de la reducción de personal político y profesional de los últimos años, hay muchos acontecimientos que presagian la transformación final del sistema psiquiátrico. El floreciente movimiento de derechos de los pacientes y la crítica anti-psiquiatría son algunas de ellas. El rechazo del paternalismo también se plasma en el papel cada vez más importante de los consumidores en la medicina en general y la exigencia de justificación de los tratamientos con la participación en la toma de decisiones. La profesión médica también está poniendo más énfasis en la evidencia objetiva sobre la eficacia de los procedimientos y mostrando menos inclinación a apoyar el principio de la libertad clínica.
Muchos psiquiatras individuales son conscientes de los conflictos políticos que aquejan a su práctica y tratan de abordar estos, de forma analítica y con respeto a sus pacientes. Esta saliendo a flote en la actualidad un debate filosófico con toques inevitables sobre cuestiones políticas, dentro de la profesión psiquiátrica. Sin embargo, es poco probable que la psiquiatría se transforme radicalmente, sin un profundo cambio social y político. El control de la desviación y el cumplimiento de la conformidad son fundamentales para el buen funcionamiento del sistema social de división y de explotación en el que vivimos.
Joanna Moncrieff: ver biografía en http://joannamoncrieff.com/about/
Según se dice en la Wikipedia:
En ingles original: Joanna Moncrieff is British psychiatrist and a leading figure in the Critical Psychiatry Network. She is a prominent critic of the modern 'psychopharmacological' model of mental disorder and drug treatment, and the role of the pharmaceutical industry. She has written papers, books and blogs on the use and over-use of drug treatment for mental health problems, the mechanism of action of psychiatric drugs, their subjective and psychoactive effects, the history of drug treatment, and the evidence for its benefits and harms. She also writes on the history and politics of psychiatry more generally. Her best known books are The Myth of the Chemical Cure,[1] and The Bitterest Pills.[2]
En la regular traduccion al español: Joanna Moncrieff es una psiquiatra británica y una figura destacada de la Red Crítica a la Psiquiatría. Ella es una fuerte crítica del modelo moderno 'psicofarmacológico' del trastorno mental, del tratamiento con drogas y del papel de la industria farmacéutica. Ha escrito artículos, libros y blogs sobre el uso y el abuso en el tratamiento farmacológico de los problemas de salud mental, del mecanismo de acción de los fármacos psiquiátricos, de sus efectos subjetivos y psicoactivos, como de la historia del tratamiento con drogas, la evidencia de sus beneficios y daños . También escribe sobre la historia y la política de la psiquiatría. Sus libros más conocidos son El mito de la Cura de la Química, [ 1 ] y las píldoras más amargas . [ 2 ]
No hay comentarios.:
Publicar un comentario