domingo, 6 de abril de 2025

De la euforia al vacío: Por qué no creo en las enfermedades mentales

De pronto se puede decir que soy "un tipo raro", pero no, me considero una persona común, aunque con emociones más intensas. Como decía Poe: "Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan solo de noche". No, no soy un enfermo; simplemente pertenezco a un grupo minoritario que experimenta la vida con mayor profundidad.


En ocasiones, mi estado emocional se altera: Paso por unos días donde llego a sentirme muy feliz, acelerado, quiero hacer muchas cosas al mismo tiempo, siento que soy bueno para todo, siento que me vuelvo inflexible o mejor dicho terco, me gasto hasta el último peso, veo todo color de rosa, me enamoro y enamoro fácilmente; luego hay otros días donde me siento muy bajo de ánimo, no quiero ni salir de casa, todo es de color gris, nada me gusta, siento que no soy querido por nadie y por lo tanto no quiero ver a nadie, solo quiero estar recostado o dormido, no me importa lo que los demás hagan o dejen de hacer, mi estado de ánimo es como de una tristeza infinita. Esto que siento se ha denominado por parte de algunas personas como una enfermedad mental y la llaman psicosis maniaco depresiva o bipolaridad pero no la considero una enfermedad como tal, mas bien es un estado alterado, un problema mental o si mucho un trastorno mental.

Como se siente al ser intenso



No creo en el concepto de "enfermedades mentales". Para mí, una enfermedad requiere:

  1. Causa física demostrable.

  2. Síntomas claros y consistentes.

  3. Tratamientos con base científica.

Prefiero términos como "problemas" o "trastornos" mentales, ya que lo psicológico no cumple con estos criterios de enfermedad por lo tanto, considero, los desbalances emocionales son respuestas extremas de algunas personas ante situaciones complicadas del devenir de la vida, no son patologías médicas.

Una opinión sobre la medicación en el trastorno bipolar

Una opinión sobre la medicación en el trastorno bipolar

No creo que las personas con trastorno bipolar deban estar siempre medicadas. Aunque reconozco que en algunos casos puede ser necesaria para controlar crisis agudas, defiendo que, de requerirse uso crónico, sea en dosis mínimas y controladas. La polimedicación excesiva puede generar dependencia, limitando la capacidad de afrontar la vida con autonomía.

Las crisis pueden reducir temporalmente ciertas capacidades, pero esto varía según la intensidad del episodio y el tipo de trastorno. Los fármacos no curan; son paliativos que controlan síntomas, pero no restauran funciones perdidas.

Con el tiempo, desarrollé un insight para reconocer cuándo estoy estable (y puedo reducir medicación) o cuándo necesito ayuda. Sin embargo, caer en la idea de que los fármacos son "preventivos" es un error. No evitan crisis, sino que modulan síntomas, como un antihipertensivo regula la presión.

Los Psicofármacos son herramientas de control de síntomas, no una cura para el trastorno bipolar u otros problemas mentales, estos medicamentos son sustancias psicoactivas (calmantes o estimulantes) que alteran el funcionamiento cerebral. Su efecto es universal: actúan en cualquier persona, no solo en quienes padecen trastornos. En casos como la esquizofrenia, pueden suprimir voces; en el bipolar, inducen calma durante la manía. Pero su uso crónico implica vivir en un estado artificial, con efectos secundarios perversos.

Mi experiencia personal

En 35 años de convivir con el trastorno, he probado desde polimedicación hasta periodos sin fármacos. Hoy priorizo dosis bajas en crisis puntuales y autonomía en fases estables. He aprendido que mi bienestar depende menos de los fármacos que de cómo manejo mi entorno y emociones.

No soy médico, pero baso mi postura en:

    Evidencia científica: Los fármacos son paliativos, no curan.

    Experiencia propia: Los episodios graves requieren medicación; la estabilidad, no.

    Ética: La sobremedicación puede anular la identidad.

Conclusión: El tratamiento ideal debe ser flexible, ajustado a cada fase de la enfermedad, evitando tanto la demonización de los fármacos como su uso indiscriminado.