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Habla de las experiencias de una persona que ya ha vivido y sobrevivido a muchos de los inconvenientes que trae el ser bipolar.
¿Cómo es la
mente de un bipolar?
El
trastorno bipolar afecta a todos los aspectos de la vida de quienes la padecen.
Un diagnóstico a tiempo y seguir unas pautas claras son clave para limitar su
impacto.
Rafael
Narbona
Cuando me
pidieron que escribiera sobre el trastorno bipolar, pensé de inmediato en mi
hermano Juan Luis. Al igual que yo, padecía la enfermedad, pero nunca se la
diagnosticaron y se quitó la vida a los cuarenta años, incapaz de comprender
que sus altibajos no eran un rasgo de su carácter, sino la expresión de una
cruel enfermedad.
Desgraciadamente,
el diagnóstico estigmatiza, pero también clarifica y ayuda a convivir con una
patología que hasta hace poco se denominaba psicosis maniaco-depresiva.
Mi relación
con mi hermano no se caracterizó por su intensidad, sino por largos periodos de
separación y pocas experiencias compartidas. Cuando yo nací, él ya no vivía en
casa. Por su trabajo, viajaba mucho al extranjero. Sus visitas eran
imprevisibles. No le gustaba avisarnos. Simplemente, se plantaba en la puerta y
llamaba.
A veces,
sonriente y cargado de regalos. Otras, huraño y malhumorado. Yo era un niño y
no comprendía bien sus reacciones. Si preguntaba por su infancia y
adolescencia, siempre me respondían: “Muy cambiante. Encantador, cariñoso,
extrovertido y, de repente, huraño, frío y con tendencia al aislamiento”.
Energía
para acabar
En sus últimos
años, nos vimos un poco más y noté que algo no funcionaba bien. Un viaje a
Guinea Ecuatorial aceleró la tragedia, pues contrajo el paludismo y experimentó
alucinaciones. Quizá fue la quinina o algo que desconozco, pero mejoró semanas
antes de suicidarse. Su mente se estabilizó, recuperó su sentido del humor y se
mostró más activo.
En el punto
más bajo de la depresión, careces de iniciativa incluso para hacer algo trágico
‘‘La depresión ya no controla mi vida’’
TESTIMONIO
‘‘La
depresión ya no controla mi vida’’
Por
entonces, yo no sabía que el suicidio exige energía y determinación. Su fatal
decisión se consumó a una hora indeterminada de la madrugada. Esa misma mañana
había recogido un traje del tinte, habíamos paseado por el Parque del Oeste e
incluso habíamos bromeado.
Sin
embargo, ya había adoptado las medidas necesarias para poner fin a su vida.
Probablemente, su mejoría le dio las fuerzas necesarias para hacerlo. Es algo
bastante habitual. En el punto más bajo de la depresión, careces de iniciativa,
incluso para hacer algo trágico e irreversible.
Trastorno
Bipolar: hacia una sociedad libre de prejuicios
Yo tampoco
comprendía lo que me sucedía cuando se apoderó de mí un profundo abatimiento
mezclado con brotes de euforia. A los treinta, me diagnosticaron depresión.
Diez años más tarde, consideraron que se habían equivocado y que en realidad
era trastorno bipolar.
No se trata
de un caso de negligencia médica, sino de una confusión habitual. Normalmente,
se tarda una década en averiguar que –en algunos casos– la depresión solo es
una de las dos caras de la bipolaridad.
No voy a
repetir mi historia, que ya he relatado en estas páginas y en un libro
autobiográfico. Solo quiero despejar dudas y enviar un mensaje de esperanza.
Cuando me diagnosticaron trastorno bipolar, yo ya sabía que la bipolaridad era
una forma de psicosis. Dicho de este modo, puede sonar aterrador, pero lo
verdaderamente aterrador es que aún se asocie la psicosis a conductas violentas
o antisociales.
Para
muchos, Norman Bates, el asesino con “doble personalidad” que interpreta
Anthony Perkins en Psicosis, la famosa película de Alfred Hitchcock, es el
arquetipo de enfermo psicótico. Es más, se tiende a confundir psicosis y
psicopatía, cuando lo cierto es que se trata de fenómenos completamente distintos.
Lo
verdaderamente aterrador es que aún se asocie la psicosis a conductas violentas
o antisociales
La
psicopatía es una alteración de la personalidad que aniquila la empatía o
incluso frustra su aparición. Es algo común en asesinos y maltratadores, pero
también hay comportamientos psicopáticos en la vida cotidiana que pasan
desapercibidos.
El maltrato
psicológico y la manipulación emocional son notas características de la
psicopatía y pueden detectarse en el hombre que golpea a su pareja, el padre o
la madre que pega a su hijo, el desalmado que abandona a su perro o el jefe que
humilla impunemente a sus subordinados.
Una
percepción incomprendida de la bipolaridad
La psicosis
no afecta a la empatía, sino a la percepción de la realidad. Deforma los
hechos, alterando su significado. Puede consistir en interpretar un gesto banal
como una cruel forma de rechazo, pensar que eres el centro de las miradas o
sentir que un entorno normal contiene unas insoportables dosis de hostilidad.
En los
casos más graves, la psicosis puede presentarse acompañada de alucinaciones
auditivas y, más raramente, visuales.
Un enfoque
liberador de la salud mental
ANTIPSIQUIATRÍA
Un enfoque
liberador de la salud mental
La psicosis
puede inducir comportamientos hondamente autodestructivos, pero solo en un 3%
de los casos se traduce en actitudes violentas hacia los demás. No incluyo en
esa estadística los incidentes sin relevancia penal. Casi nunca se menciona que
el riesgo de sufrir una agresión física, maltrato psicológico o cualquier forma
de abuso sexual se multiplica por cinco, si se padece alguna enfermedad mental.
Las dos
caras de la moneda
La
bipolaridad no es “doble personalidad”, si bien es cierto que los estados de
manía y depresión afectan a la forma de ser, instigando cuadros de exaltación o
congoja. La psiquiatría diferencia entre trastorno bipolar de tipo I y
trastorno bipolar de tipo II. En el tipo I, la deformación de la realidad es
más aguda y las alucinaciones son frecuentes, pero no aparecen necesariamente.
La manía se dispara y el afectado pierde el control de sus actos.
La
bipolaridad no es “doble personalidad”, pero los estados de manía y depresión
afectan a la forma de ser
En el tipo
II, la pérdida de contacto con la realidad es menor y la excitación, menos
intensa. De ahí que se hable de hipomanía. Hay una situación particularmente
complicada: los estados mixtos con ciclación rápida. En esos casos, la
depresión y la manía se manifiestan al mismo tiempo, a veces con diferencia de
horas o minutos. Se llama ciclación rápida a los cambios bruscos e
imprevisibles.
Los estados
mixtos se prolongan a veces durante años. Son más resistentes a la psicoterapia
y al tratamiento farmacológico. El riesgo de suicido se incrementa
peligrosamente. El 15% de los bipolares se suicidan. En los estados mixtos, la
estadística sube hasta un 30%. Yo he pasado por una situación de estas
características, pero afortunadamente logré salir de esa espiral.
Vivir con
este trastorno: una dura realidad
Actualmente,
disfruto de un estado de eutimia o estabilidad. La posibilidad de sufrir nuevos
episodios nunca se esfumará, pero gracias a la psicoterapia, la psicofarmacología,
la higiene del sueño, la meditación, el ejercicio físico, un entorno afectivo
positivo y una rutina enriquecedora, donde desempeña un papel esencial la
escritura, he logrado alejarme de la depresión y la manía.
Podría
enumerar los síntomas de la bipolaridad, pero prefiero relatar mi experiencia,
no sin advertir previamente que existen suficientes recursos para neutralizar
los síntomas y hacer una vida prácticamente normal.
El don de
la bipolaridad: úsalo a tu favor
CREATIVIDAD
El don de
la bipolaridad: úsalo a tu favor
Perdí a mi
padre a los ocho años y, al parecer, eso cambió mi carácter. Hasta entonces,
fui un niño extrovertido y alegre, pero poco a poco me hice solitario,
introvertido y melancólico. A los treinta años, una serie de acontecimientos
traumáticos agravaron esas tendencias. La tristeza se hizo insoportable.
Lloraba por
cualquier motivo. Apenas podía dormir. No lograba concentrarme ni ilusionarme
por nada. Era incapaz de tomar decisiones. El más pequeño esfuerzo me resultaba
agotador. Perdí veinte kilos en un mes. Obsesionado con la muerte, ideaba
planes de suicidio, sin otra preocupación que fracasar.
Si me
pidieran una fórmula para ayudar a un bipolar, no vacilaría: ternura, infinita
ternura
Creo que la
manía brotó como un mecanismo patológico de defensa. De una forma relativamente
brusca, pasé de la tristeza a la euforia. Seguí perdiendo peso y mis horas de
sueño se hicieron aún más escasas, pero una energía incontenible me empujaba a
realizar proyectos disparatados, hablar sin parar, establecer nuevas
relaciones.
Ya no me
sentía cansado. Subía las escaleras de tres en tres. Compraba cosas
innecesarias de forma compulsiva. Mi concentración no mejoró. De hecho, las
ideas fluían por mi mente a una velocidad vertiginosa, pero ya no experimentaba
deseos de morir. La apatía sexual se convirtió en hiperactividad. Con la
autoestima por las nubes, me sentía capaz de todo.
DE PRODUCTIVIDAD Y MANIA
Se ha dicho
que la bipolaridad es la enfermedad de los artistas y no es falso. La lista de
grandes creadores afectados por la enfermedad es muy abultada: Beethoven,
Schubert, Schumann, Chaikosvki, Van Gogh, Munch, Virginia Woolf, Poe, Mark
Twain, Hemingway, Sylvia Plath, Anne Sexton, Herman Hesse, Nietzsche, David
Foster Wallace.
No pretendo
compararme con ellos, pero yo, que he publicado dos libros y más de mil
artículos en quince años, empecé a escribir durante mi primer brote de manía.
Hijo de un escritor olvidado, había descartado seguir los pasos de mi padre,
quizá porque mi autoestima era muy débil. Con la manía desapareció cualquier
complejo o inhibición. Van Gogh realizó casi novecientas obras en una década,
padeciendo un estado mixto.
¿Significa
eso que la bipolaridad es una de las puertas de acceso al arte? No creo, pero
parece innegable que en una mente creativa la manía incrementa el flujo de
ideas e intuiciones, lo cual puede alumbrar periodos de alta productividad. Es
el caso de Van Gogh o Sylvia Plath, que escribía a un ritmo trepidante.
Plath
afirmaba que tenía un don, pero todo indica que muchas veces escribió bajo los
efectos de la hipomanía. No conviene alimentar mitos o visiones románticas. Van
Gogh se suicidó con treinta y siete años. Sylvia Plath con treinta. Cuando la
hipomanía se convertía en manía o caían en una profunda depresión, no podían
trabajar. Si no se hubieran quitado la vida, nos habrían legado una obra más
vasta, rica y compleja.
Infinita
ternura
No hay que
sucumbir al pánico ante un diagnóstico de bipolaridad. Es posible educar las
emociones y hay infinidad de recursos para abordar los momentos críticos.
Siguiendo ciertas pautas, se puede llevar una vida satisfactoria en lo personal
y laboral, con razonables expectativas de éxito y felicidad.
Me hubiera
gustado decirle esto a mi hermano, me habría agradado oírlo cuando yo empecé a
sufrir los mismos problemas, no renuncio a pensar que algún día la sociedad
reaccionará con solidaridad y comprensión, sin estigmatizar ni marginar a los
afectados.
¿Cómo
podemos actuar ante un caso de trastorno bipolar?
CONSULTORIO
¿Cómo
podemos actuar ante un caso de trastorno bipolar?
Si alguien
me pidiera explicar con un término el trastorno bipolar, no dudaría:
vulnerabilidad, extrema vulnerabilidad. Si me pidieran una fórmula para ayudar
a un bipolar, tampoco vacilaría: ternura, infinita ternura. “La ternura salvará
al mundo”, escuché una vez. Quizá no es cierto, pero sí estoy seguro de que
puede salvar muchas vidas.
Cómo estar
mejor si eres bipolar
Una buena
higiene del sueño. Dormir entre ocho y nueve horas al día es esencial. El
descanso será más reparador si antes de acostarte das un paseo de media hora y
te das una ducha de agua caliente. Conviene cenar al menos dos horas antes y
acostarse todos los días a la misma hora, sin prolongar el sueño
innecesariamente. Dormir más de nueve horas puede provocar síntomas de
depresión. Y una noche sin dormir puede precipitar una recaída.
Hacer
ejercicio habitualmente. La actividad física es un excelente antidepresivo. La
mente se relaja y libera endorfinas. La Universidad Estatal de California (EE.
UU.) realizó un estudio sobre los ejercicios que reducen la tristeza y la
ansiedad, y llegó a la conclusión de que el yoga mejora los cuadros depresivos
hasta el punto de permitir bajar las dosis de medicación. El ejercicio nos
brinda la oportunidad de salir al exterior, relacionarnos y desconectar de los
problemas cotidianos.
Mantener
una rutina gratificante. Casi nadie puede escoger completamente su estilo de
vida, pero hay que hacer lo posible para llevar una existencia satisfactoria,
distribuyendo el tiempo inteligentemente. Si sentimos que cada día es una
sucesión de penalidades, preservar nuestro equilibrio será más complicado.
Planificar
las tareas que producen estrés. Cualquier cambio o novedad puede constituir un
motivo de estrés. Debemos anticiparnos a las circunstancias que disparan
nuestra ansiedad. Un simple viaje puede crear mucha angustia. Por eso, conviene
prepararse mentalmente y organizarse para no enfrentarnos a sorpresas
desagradables. No es buena idea dejar cosas para última hora.
No
centrarse solo en la medicación. La medicación no cura. Solo mantiene los
síntomas a raya. Esto a menudo es imprescindible, pero el camino real para
mejorar (y para necesitar menos medicación) es el psicoanálisis u otras
psicoterapias.
Aprender a
distanciarse de las emociones. Quizá es complicado, pero es posible. Si
aprendemos a observar nuestras emociones y distanciarnos de ellas, no nos
afectarán tanto. La meditación puede ayudarnos mucho. No se trata de reprimir
emociones o recuerdos, sino de dejarlos pasar. En la mente, nada es definitivo.
Contemplar un paisaje o sentir el sol en el rostro puede ayudarnos a superar la
ofuscación.
Cultivar la
amistad. La tendencia al aislamiento es uno de los síntomas más peligrosos y
dañinos del trastorno bipolar. El ser humano está incompleto sin un círculo que
proporcione cariño, ayude a mejorar la autoestima y soportar las
contrariedades. “Nada es más útil a un ser humano que otro ser humano”,
escribió Baruch Spinoza en el siglo XVII. Y casi nadie se ha atrevido a
cuestionarlo.
Ponerse
metas, elaborar proyectos, ser positivo. Es básico elaborar un proyecto de
vida, fijarse metas realistas, sentir que avanzamos. El pesimismo es
terriblemente destructivo, pues paraliza la iniciativa y nos desalienta ante la
más pequeña dificultad. Ser positivo contribuye a mejorar nuestra calidad de
vida y a materializar nuestras ilusiones. El optimismo solo es negativo si
alimenta expectativas irracionales.
No
exponerse innecesariamente . Las actitudes de evitación no son buenas, pero a
veces no es conveniente asumir tareas que nos desbordan. La muerte un familiar
produce mucho sufrimiento. A veces es recomendable delegar en otros
determinados trámites. No debemos sobrevalorar nuestros recursos.
Evitar las
relaciones tóxicas. Una persona vulnerable está más expuesta a relaciones
tóxicas. No debemos permitir que nadie dirija nuestra vida, decidiendo por
nosotros. Una relación de pareja tóxica es especialmente desestabilizadora.
Conviene alejarse de personas celosas, culpabilizadoras, dominantes y
chantajistas.
No
precipitarse a la hora de tomar decisiones. Los bipolares son hiperemotivos e
impacientes, lo cual les incita a ser impulsivos. Una decisión importante puede
esperar, y si es algo secundario, tampoco hay prisa. Dar marcha atrás no
siempre es factible, por eso hay que pensar bien las cosas.
Relativizar
los fracasos. El fracaso es una experiencia inevitable y necesaria que nos
ayuda a madurar. Si no conseguimos algo, podemos intentarlo otra vez. O cambiar
de objetivo. Si no culminan un ascenso a la primera, los alpinistas aprenden de
cada error y lo intentan de nuevo. Debemos seguir su ejemplo. Y si la montaña
nos resulta inaccesible, buscar otra a la altura de nuestras posibilidades.
Mantener
una vida sexual satisfactoria. Como el ejercicio, el sexo es un buen
antidepresivo. A veces, la medicación provoca una disminución de la libido,
pero eso no afecta al contacto físico, las caricias, los besos. Sentir la
cercanía de otra persona es una fuente de bienestar que siempre contribuirá a
que estemos mejor.
No
sincerarse con los extraños. La familia cercana y los amigos íntimos deben
conocer tu problema, pues si no es así, pueden malinterpretar tus emociones.
Pídeles que se informen sobre la enfermedad: la relación mejorará y podrán
comprenderte mejor. En cambio, no hay ninguna necesidad de compartir tus
circunstancias con personas que podrían responder con rechazo.
No perder
la esperanza. Es lo más importante. El trastorno bipolar afecta a millones de
personas y la mayoría logra controlar la enfermedad. Si estás en un mal
momento, no caigas en la visión túnel, que lo pinta todo negro. Aunque no se
perciba a primera vista, siempre hay alternativas. Y si no las percibes, pide
ayuda. Hay asociaciones que te pueden prestar apoyo.
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