Reflexión personal sobre salud mental desde la experiencia bipolar
Me han dicho muchas veces que soy raro. Algunos incluso me han llamado loco, y más de una vez, lo he sentido así. Pero no me considero un enfermo mental. Me considero una persona que siente intensamente, a veces de forma extrema, sí, pero también profundamente humana.
Me identifico con esas palabras de Edgar Allan Poe:
“Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche.”
Durante ciertos periodos de mi vida, he vivido lo que la psiquiatría describe como estados alterados del ánimo. Hay días en los que me siento lleno de energía, con la cabeza llena de ideas, el corazón acelerado, los impulsos desatados. Me emociono, me enamoro, gasto sin pensar, me creo invencible. Esos momentos pueden parecer mágicos, pero también pueden tener consecuencias duras si no los reconozco a tiempo.
Luego vienen otros días, los grises. Días en los que todo pierde sentido, en los que me aíslo, me desconecto de los demás y de mí mismo. Me invade una tristeza sin causa clara, y la apatía se apodera de mí. No quiero hablar, no quiero salir, no quiero nada. Lo que un día parecía fácil, se vuelve un muro infranqueable.
¿Es esto una enfermedad?
Lo que acabo de describir se parece mucho a lo que los manuales de salud mental llaman trastorno bipolar. Aceptar ese nombre me costó mucho tiempo. Al principio me resistía: no quería ponerle una etiqueta a algo tan íntimo. Me parecía injusto que una palabra pudiera resumir toda mi experiencia emocional. Incluso llegué a pensar que no existían las enfermedades mentales, sino simplemente maneras distintas de sentir y percibir el mundo.
Pero con el tiempo, entendí que negar la existencia de los trastornos mentales no ayuda. Existen. Están bien documentados. Tienen bases biológicas, psicológicas y sociales. No siempre tienen una causa única ni una cura definitiva, pero sí existen estrategias y tratamientos que pueden mejorar mucho la calidad de vida de quienes los padecen.
Enfermedad, trastorno, condición… ¿importan las palabras?
Sí, importan. Las palabras que usamos pueden abrir o cerrar puertas. Llamar “enfermedad” a lo que vivo es estigmatizante.
No me gusta pensar en mí como alguien “enfermo de la cabeza”. Prefiero pensar que tengo una condición de salud mental que requiere atención y cuidado, igual que cualquier otra condición crónica. Y, al mismo tiempo, reconozco que tengo una forma intensa y a veces compleja de sentir, que forma parte de quien soy.
Hacia una mirada más compasiva
Este texto no pretende ofrecer verdades absolutas, ni recetas. Solo quiero compartir mi experiencia para sumar a un diálogo necesario: el de desestigmatizar la salud mental sin romantizar el sufrimiento.
Hablar de estos temas con claridad, desde la experiencia vivida, puede ayudar a otros a no sentirse solos, a buscar ayuda sin vergüenza, a encontrar palabras para lo que sienten.
Yo sigo en ese camino. Con días claros y días nublados. Pero hoy sé que no estoy solo. Y que nombrar lo que uno vive es también una forma de sanarse.
📚 Referencias y lecturas recomendadas:
-
Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH) – Trastorno Bipolar:
https://www.nimh.nih.gov/health/topics/bipolar-disorder/index.shtml -
Organización Mundial de la Salud (OMS) – Salud Mental: Fortalecimiento de la respuesta eficaz:
https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/mental-health-strengthening-our-response -
Asociación Americana de Psiquiatría (APA) – Bipolar Disorder:
https://www.psychiatry.org/patients-families/bipolar-disorders -
Fundación Mundo Bipolar (España) – Testimonios, recursos y estrategias de afrontamiento:
https://mundobipolar.org
💬 ¿Y tú cómo lo vives?
¿También te cuesta encajar en las etiquetas que impone la salud mental? ¿Has sentido que tu forma de sentir es distinta, intensa, inexplicable?
Te leo en los comentarios. Tu historia también puede ayudar a alguien más.
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