Loco o bipolar

Diario de una persona que a los 16 de pronto enloqueció, luego a los 40 cree descubrir que es bipolar y en este momento con medio siglo en este mundo, no tiene claro que es lo que tiene.

jueves, 21 de marzo de 2019

Una nueva entrada de diario, llegando a una estabilidad inducida

De nuevo voy a tratar sobre lo que estoy viviendo en estos momentos, en términos generales me siento un poco mas estable que en días pasados.

Hace poco tiempo sentía y también decía que estaba bien y estable, sin embargo, viéndolo desde mi punto de vista actual, considero que estaba en una situación de vaivenes, que aunque no se convirtieron en una crisis, si estuve actuando no tan bien y reflexionando ahora veo que no estaba bien.

En estos momentos me siento como plano, falto de emociones, no siento esta felicidad donde estoy irracionalmente bien a pesar de todo, ni esa tristeza infinita que me embarga a pesar  de estar vivo y de tener razones para continuar viviendo de buena manera.

Estoy de nuevo en una condición de eutimia donde no se siente uno tan feliz, pero si se está consciente de que se ha tenido problemas y que es mejor estar en esta situación que en los vaivenes, se puede decir que estoy en esa estabilidad forzada por las medicinas, no me siento en un estado natural, porque mi sentir está influenciado por los efectos de las drogas psiquiátricas, estoy llegando a unos sentimientos planos, donde no siento con locura (una bloguera define: Somos de los que no podemos sentir si no es con locura), pero para poder vivir con otros toca no sentir tanto, además para poder estar en sociedad toca comportarse de forma masiva.

Aunque puede que para la mayoría de las personas sentir sin llegar a extremos es lo que se siente a diario, para mí no lo es, entonces gracias a que estoy medicado, que me siento plano y algo apagado; ante los demás mis actuaciones parecen normales, para mí convivencia esto es positivo, uno vive en sociedad y en mi caso aunque no tengo muchas interrelaciones debo ser y parecer alguien normal en cuanto a cómo debo expresar mis emociones, es de pronto una obligación si se quiere interactuar con otras personas, no es que me agrade sentir los efectos que en mi producen los medicamentos, pero termino prefiriéndolos a que termine siendo aislado por los demás.

He tratado de dar un cambio a mi vida, hice un intento de irme a trabajar a otra ciudad pero no lo conseguí, por lo que me toca volver a donde he estado en los últimos años, a un pequeño pueblo de provincia donde la vida es apacible, pero donde con el tiempo uno se estanca desde diversos puntos de vista, porque aquí no hay posibilidades de trabajar en algo grande como se dice de forma coloquial.

Estoy en una etapa de vida donde sé que todavía puedo ser productivo laboralmente, puedo aportar así no sea mucho a esta sociedad a la vez que obtengo mis recursos para mi presente, pero también para mi futuro que es mi futura vejez, dentro de lo que sé que puedo hacer, voy a volver a organizarme en mi pueblo y desde aquí trabajar en algo que me agrade así no sea muy grande, debo ser útil y sentirme útil, es lo que lo mueve a uno a vivir.

Aunque se puede decir que vivo solo en estos momentos, de nuevo estoy en una relación sentimental, me siento bien en ella, es un encuentro de personas de mediana edad, donde cada cual por su lado tuvo familia al estilo tradicional y en estos momentos quiere de nuevo tener ese gusto de estar enamorado y pensar que la otra persona puede ser la compañía para los próximos años, no se piensa en tener hijos, pues ya se tuvieron y se piensa en un hogar de dos viejos en compañía de animales y visitando o siendo visitado de cuando en vez por personas allegadas.


domingo, 3 de marzo de 2019

A mis 30 años descubrí que soy bipolar


Por Inés Pujana

1 de marzo de 2019  • 10:03


Esta entrada es  reblogueada desde el periódico La Nación de  Argentina https://www.lanacion.com.ar/2223979-a-mis-30-anos-descubri-soy-bipolar .




Agustina siempre vivió la vida intensamente y quienes la conocen, saben que es una persona que no es indiferente a nada de lo que la rodea. Los amores, las amistades, la política o los derechos de los animales: todo la atraviesa y la hace tomar partido. Ríe a carcajadas cuando algo le da gracia, no tiene miedo de decir lo que piensa frente a cualquier circunstancia y por sobre todas las cosas, exuda arte, en su forma de vestirse y en todo lo que hace. Hace poco tiempo, no más de un año, descubrió que esos picos y valles que estaba tan acostumbrada a transitar, no eran simplemente un rasgo de su carácter, significaban algo más: una enfermedad hereditaria que se manifestaba en sus genes, la bipolaridad. Le pedimos que nos relatara su historia para ayudarnos a visibilizar las enfermedades mentales- que tanto estigma tienen- y esto es lo que nos contó.

"La primera vez que oí hablar de bipolaridad fue por mi mamá. Sabía que alrededor de los 30 años la diagnosticaron, que estaba medicada, que lloraba mucho y que no era feliz. No mucho más. Hasta que un día la encontré en la cama inconsciente, y a pesar de todos mis intentos por convencerme de que ella no era capaz de hacer algo así, la realidad me cacheteó y me mostró que no quería vivir más. Una nota y unos cuantos blisters vacíos eran la prueba. A partir de ese día la acompañé a hospitales, grupos, internaciones y diferentes tipos de terapia; convirtiéndome en su madre y ella en la hija a la que yo tenía que cuidar. Mi mamá siempre vio en mí mucho de ella, y no dudaba en decirme que consultara a un médico para ver si yo también tenía su patología. Jamás pensé que algo así pudiera identificarme, pero a mis casi treinta años un médico me dijo: 'Sí, estás dentro del espectro bipolar'".

"No es alguien que quiere algo y un segundo después ya no. Tampoco es tu compañero de trabajo que alterna el enojo matutino con la simpatía vespertina. Es muchísimo más, y justamente por eso es importante dejar de usar el término con tanta liviandad y darle el respeto que se merece. Porque bipolaridad no significa tener un humor cambiante: es una patología delicada que hay que transitar con mucho respeto.

Llevarla a cuestas es vivir diariamente en un subibaja. En un extremo se sienta la depresión y en el otro la manía, y mientras la primera te empuja a estar muy triste, al punto de -a veces- no querer vivir más, la segunda te pone muy eufórico y te llena de una energía incontrolable. Te vuelve insomne y vulnerable en extremo, llegando a sentirte un cuerpo en carne viva, que padece todo mucho más que cualquier otra persona.

Cuando estás feliz, sos como una nena que corre y ríe a gritos porque la desborda la alegría. Te volvés ingeniosa y artística, y lográs hacer cosas con una creatividad única, que brota incansablemente. No por nada la llaman "la enfermedad de los artistas" y es que son tantos. Virginia Woolf, Kurt Cobain, Edgar Alan Poe, Van Gogh, Miguel Ángel y muchos más.

Ser bipolar es también encontrarte gobernada por sentimientos que no te pertenecen, o que no querés que te pertenezcan, pero que te invaden y te transforman en alguien que no sos y que a la vez sos. Es perder el control de las emociones y cometer muchos errores, cargando con la culpa de haber herido sin quererlo, sin darte cuenta. En mis peores picos hasta llegué a creer que algo me poseía, sin poder controlar mis pensamientos, lo que decía o lo que hacía. La bipolaridad también es pérdida, porque perdés muchas personas en el camino: amigos, parejas, y a veces, hasta a vos misma.



"¿Bipolaridad = Genialidad?

Esto opina Blue:
No comparto mucho de lo que se se dice del don bipolar por eso traigo a colación unas palabras de una bloguera:


"Mitos aparte. El "bipolaris vulgaris" no es un genio. Tiene sus dones, sí, quizá, como otros humanos no bipolares. Porque los hay que dicen que no tienen capacidad creativa, y se lamentan por ello. Pues no, tener bipolaridad no es sinónimo de nada."

"


 Por mi corta edad los médicos me recomendaron un tratamiento farmacológico fuerte, con la "esperanza" de que quizás en dos años ya no necesitara seguir con la ingesta de remedios. Me pareció mentira, creí que era demasiado bueno para ser cierto y ni lo dudé, los acepté con los ojos cerrados. Pero a medida que pasaban los días, las semanas y los meses, las reacciones adversas fueron devastadoras: pérdida de memoria, dificultad para expresarme, tics nerviosos, dolor articular, manchas en la piel, pérdida de visión y aumento de peso. Solo duré medio año de tratamiento y lo abandoné, dejando con esas pastillas la ilusión de ¿curarme? en un corto plazo. Descubrí que para no perder la cordura me estaba perdiendo a mí misma y supe que no había camino fácil, que iba a ser duro de todas formas. Así que luego de pensarlo mucho y de hablar con personas cercanas comencé a investigar otras opciones más naturales. Opté por ahondar en hacer cosas que me hicieran feliz y por rodearme de personas que me dieran paz y me sacaran sonrisas. Meditar y hacer terapia ayudan mucho. Tener una vida sana, hacer deporte, comer y dormir bien, también. Pero sobre todo conocerme y aceptarme.

No es un camino sencillo, está lleno de aciertos y desaciertos y hay mucho dolor incluido, porque vivimos todo en carne viva y porque ese beso que se disfruta más, también tiene otra cara, que es que también se sufre en demasía el cachetazo. Es un camino diferente para cada uno, que tiene que ir haciéndose al andar, escuchándose y sabiendo elegir qué resulta mejor para cada persona y tipo de vida. Mi consejo es que nada ayuda tanto como sentirse amado. Por eso es tan importante saber acompañar a quienes lo padecen, entendiendo, no juzgando y estando presente, demostrando afecto y haciendo sentir que uno no los abandona cuando todo parece hacerlo. Del otro lado hay una persona algo turbulenta, pero que en el fondo es como el cielo, que cambia, llueve y después despliega algo tan hermoso como un arcoíris. Mi consejo es que se queden a ver sus arcoíris, porque no cualquier persona es capaz de crearlos después de una tormenta".