En esta entrada voy a republicar una entrevista que dió para un medio español, aqui explica su forma de ver la psiquiatria en la actualidad.
Entrevista a Joanna Moncrieff
Joanna Moncrieff es una psiquiatra
controvertida, hace unos años empezó a mover conciencias con su primer
libro llamado “El mito de la cura química”. Durante este tiempo, la Dra.
Moncrieff ha investigado con profundidad los estudios que se han
realizado sobre los diferentes tipos de psicofármacos y ha puesto en
marcha estudios rigurosos acerca de cómo estos medicamentos afectan a
los pacientes. Los tratamientos y seguimientos que realiza con pacientes
que padecen trastornos psicológicos la ha llevado a exponer sus teorías
acerca de cómo la industria farmacéutica ha influido en el pensamiento
de los médicos y los pacientes para poder aumentar y garantizar su éxito
a la hora de vender sus productos.
Profesora de Psiquiatría en el
University College de Londres, ejerce también la práctica clínica. Es
fundadora y presidenta de Critical Psychiatry Network, entidad que
agrupa a psiquiatras que se oponen al modelo biologicista tradicional y
su enfoque de coacción sobre el paciente. A pesar de que puede parecer
una mujer frágil, critica con determinación el uso excesivo de los
medicamentos psiquiátricos y denuncia la influencia negativa de la
industria farmacéutica sobre los médicos y sus pacientes.
Ha
visitado España con motivo de la presentación de su segundo libro
publicado titulado: “Hablando Claro”. En él sigue explicando su visión
acerca de los medicamentos psicoactivos y alentando a sus lectores a
ejercer una opinión activa y crítica frente a la prescripción masiva de
estos tratamientos. Aprovechando su presentación en el Colegio de
Médicos de Catalunya, Cuerpomente la ha entrevistado para poder conocer
más a fondo su trabajo y sus opiniones. La Dra. Moncrieff es una mujer
decidida y su mirada transparente nos indica que es una profesional
comprometida con el bienestar de sus pacientes.
CM: Dra. Moncrieff ¿cómo le vino la idea de escribir este libro?
JM: Bueno, la verdad es que siempre he sido muy observadora y curiosa,
ya cuando estudiaba medicina, durante mi residencia de psiquiatría, me
daba cuenta de que algo no cuadraba entre lo que me decían mis
profesores y los libros que leía y lo que observaba en los pacientes. La
cuestión era que cuando los miraba, solía ver a personas que actuaban
como zombies y me preguntaba si realmente eso era lo que pretendíamos
ver como la cura de una enfermedad, todo eso me resultaba
contradictorio. No veía a la gente curada, la veía aturdida.
CM: ¿Qué ocurrió entonces?
JM: Empecé a leer mucho
sobre esto. Descubrí muchas cosas que relato en mi libro. Estudié
artículos científicos e investigaciones sobre cómo los fármacos
afectaban a las personas. Luego empecé a promover algún estudio con el
que empecé a emitir mis propias opiniones.
CM: ¿Cuándo empezó a pensar diferente del resto de sus colegas?
JM: Ahora que lo pregunta, nunca me había detenido a pensar cómo empecé
a prestar atención a esas cosas. Quizá al tener en cuenta el efecto
placebo, comparando los resultados con el efecto placebo me sorprendí al
ver que los resultados no estaban siendo demasiado significativos.
Cuando tomaban los tratamientos veíamos cambios en los pacientes, pero
no siempre eran los esperados. Por ello, empezamos a pensar que en
realidad el fármaco provoca estados que son diferentes a los trastornos
sobre los que actúan. No hacen aquello que se suponía que deben hacer.
Según el pensamiento tradicional, el medicamento debía restablecer un
equilibrio químico. Sin embargo no tenemos pruebas de que eso ocurra.
CM: ¿Entonces qué es lo que ocurría?
JM: Los medicamentos crean un estado diferente al que el paciente
tiene. Si hacen eso, no podemos pensar que la persona tiene el
trastorno, tiene otra cosa. Algo creado por el fármaco que no es la
normalidad. Como consecuencia de esas observaciones cambiamos el foco de
atención de la enfermedad a los efectos creados por el medicamento. Al
hacer eso, todo cambió y nos dimos cuenta de que esos fármacos podrían
ser perjudiciales.
CM: Los médicos prescriben a sus pacientes estos
medicamentos argumentando que curan las patologías que sus usuarios
padecen. Dicen que estos productos proporcionan al cerebro sustancias
químicas de las que el cerebro carece. ¿El mito de la cura química?
JM: Si, Hay muchos médicos que dicen eso. Toma esta droga, dicen, puesto
que tienes falta de serotonina o cosas así podemos presuponer que
entonces la cura a través fármaco viene al restablecer el nivel de la
química cerebral, sin embargo eso no funciona de ese modo. Para explicar
cómo funciona, veamos, por ejemplo, el caso del alcohol. Es
popularmente conocido que tomar un par de copas puede ayudar a una
persona tímida a desinhibirse y poder mantener una conversación. En
muchos casos, la persona tímida, puede sentir, tras tomar cierta
cantidad de alcohol que es una persona mucho más interesante. Sin
embargo, a nadie se le ocurriría argumentar que el alcohol cura la
timidez, ¿verdad? El alcohol crea un estado alterado que “tapa” la
dificultad, pero que puede generar problemas posteriores graves, ¿no
cree?
CM: En ocasiones, la gente que toma estas medicinas, no se
reconoce a sí misma ¿Pueden tener estos fármacos efectos indeseables?
JM: Si, por supuesto. Los psicofármacos afectan de muy diversas maneras
al sistema nervioso de las personas. En ocasiones, esa afectación es
mejor que el trastorno que la persona padece, pero en otras no es tan
eficaz. Queremos decir que, el efecto del psicofármaco es la creación de
un estado que se solapa con el del paciente, esa es la idea del modelo
centrado en el fármaco. La pastilla genera un estado alterado que tiene
ventajas pero que también puede tener grandes inconvenientes. La mayoría
de los usuarios de estos fármacos no son conscientes de crean estados
alterados. Algunos de ellos son tan tremendos que no justifican su
utilización puesto que son peores que el propio trastorno que pretenden
tratar.
CM: ¿Significa eso que los pacientes desconocen el impacto real de esos tratamientos?
JM: Es conveniente saber que muchos pacientes, cuando dejan de tomar
esos productos es cuando se dan cuenta realmente de cuán alterado estaba
su estado de conciencia mientras consumían el fármaco, y sienten un
tremendo efecto de carencia del producto que se confunde con una
recaída. Esta recaída justifica de nuevo el tratamiento con el fármaco.
Se convierte en un bucle que puede ser pernicioso. La persona se siente
mal, se le prescribe un tratamiento que crea un estado alterado de
conciencia pero cuando deja de tomarlo, la persona sufre un efecto
rebote, es decir, tiene un empeoramiento en su estado que puede ser
causado por la carencia del fármaco. Esta recaída justifica de nuevo la
utilización de fármaco, puede que hasta en mayor dosis, creando así la
posibilidad de una cronificación.
CM: ¿Cuál es, entonces, el origen de este enfoque terapéutico?
JM: La industria farmacéutica tuvo mala prensa cuando la gente empezó a
hacerse adicta a algunos medicamentos. Por ello tuvo que pensar en
nuevas justificaciones que permitieran a la gente tomar medicación. Creó
la gran idea de que tu cerebro carece de ciertas sustancias y que para
poder subsanar el problema había que consumirlas. Sin embargo todo eso
carece de fundamento, como demuestro en mi libro. No es cierto que, por
ejemplo, una persona que está aquejada de depresión carezca de ciertos
niveles de serotonina. No se ha demostrado que eso sea así. Lo que se ha
demostrado en cierta manera es que tomando un antidepresivo la persona
tiene un estado alterado de conciencia que se solapa con su depresión.
Ese nuevo estado no podemos llamarlo depresión, pero tampoco es una
recuperación completa e ideal. Tomar un antidepresivo no equilibra tus
niveles de serotonina, solo enmascara la depresión.
CM: Entonces ¿No hay que tomarlos?
JM: No digo eso, en ocasiones el nuevo estado es más interesante que el
anterior para el paciente. Por ejemplo, algunos tranquilizantes, pueden
ayudarte puntualmente para sobrellevar situaciones. Pueden permitir que
la persona enfrente el problema más eficientemente. ¿Por qué no
tomarlos, si son útiles? La cuestión es en que el usuario de un producto
como ése desconoce toda la información acerca de los efectos
secundarios, el efecto rebote, o peor aún no se le ha dicho nada acerca
del efecto que causará la retirada del fármaco si la persona se
encuentra mejor, que en algunos casos es un puro síndrome de
abstinencia.
CM: ¿Pueden provocar “adicción psicológica”?
JM:
Por supuesto. Ése es uno de sus peores efectos. Las personas que toman
medicación, por definición, empiezan a desconfiar de ellos mismos y de
su capacidad para enfrentar situaciones sin ella. Algunos psicofármacos
pueden convertirse en una falsa ayuda. La persona que, por ejemplo,
enfrenta una reunión tomando una pastilla puede llegar a la conclusión
de que sólo si consume ese producto puede enfrentar dicha reunión.
Muchos estudios muestran que una buena psicoterapia puede ser de más
ayuda que un tratamiento con psicofármacos.
CM: ¿Cómo ven sus colegas sus propuestas? ¿Tienen aceptación?
JM: Poco a poco voy dando a conocer los resultados de mi trabajo. Hay
controversia y las opiniones son diversas. Muchos están en desacuerdo
conmigo, pero algunos de mis compañeros psiquiatras se muestran
interesados en privado pero suelo ser ignorada. Afortunadamente hoy en
día, cada vez hay más profesionales comprometidos con nuestro enfoque y
eso nos ayuda a estar esperanzados con el futuro.
CM: Imaginemos un
escenario sin tanta medicación ¿Qué es lo que sugiere que podemos hacer
con alguien con una depresión moderada, por ejemplo?
JM: Es
importante contar con todas las personas que están involucradas, la
familia, los médicos, pero lo que es crucial es encontrar lo que a esa
persona le sucede. Cuando ponemos una etiqueta, como por ejemplo la
depresión, convertimos a la persona en una foto fija. ¿Qué es lo que le
pasa? Sin duda, ese es un trabajo esencial. Ayudar a un ser humano a ver
qué es lo que tiene que mejorar o cambiar en su vida. Una pastilla no
va a cambiarle la vida y sabemos que no va a devolverle ningún
equilibrio químico. Necesitamos actuar con la intención de hacer que la
persona sea responsable de su vida.
CM: En el libro habla de dejar
la medicación cuando no ha resultado útil o cuando hay una mejoría
evidente ¿Usan en su centro algún enfoque especial para “desintoxicar”
al paciente que ha sido tratado durante mucho tiempo?
JM: Cada
persona tiene necesidades diferentes, tenemos pacientes que han
precisado de meses, incluso años, y nos adaptamos al tipo de problema
que tienen y pueden ser tratados de manera puntual. Por ejemplo,
pacientes graves con esquizofrenia, deben de ser tratados con mucha
delicadeza al retirarles la medicación y debemos estar pendientes de su
evolución por si necesitan ser apoyados farmacológicamente durante un
episodio de recaída. Sin embargo, es vital para nosotros estudiar cada
caso para poder comprender que causa el trastorno de nuestro paciente
para poder ajustar todo el tratamiento a cada individuo.
CM: ¿Qué encuentran principalmente cuando estudian esos casos?
JM: Es increíble el número de personas jóvenes que visitamos que
padecen trastornos importantes como resultado de un uso de drogas
“recreativas” como el cannabis, las anfetaminas y sus derivados. Muchos
jóvenes quedan atrapados en un tipo de trastorno grave como consecuencia
de consumos de sustancias psicoactivas. La cuestión es que son tratados
por fármacos tan potentes que pueden cronificar su situación. Los
estados generados por este tipo de medicación son tan alterados que
impiden que el paciente pueda hacer una vida normalizada. Tal vez, esta
nueva situación permita a sus familias gestionarlo mejor, pero vemos muy
a menudo como estos casos son empeorados con algunos de estos
tratamientos.
CM: ¿Qué hay sobre los tratamientos naturales? ¿Qué tipo de experiencia tienen con ellos?
JM: Bueno, no tratamos a nuestros pacientes con un tratamiento
específico. Lo más importante es que aprendan a llevar una vida
saludable. Una revista como la suya, sin duda aporta información sobre
como mejorar algunos aspectos de la salud. Una buena alimentación es
vital, conseguir una vida libre de estrés y hacer actividades que
permitan a la persona mejorar su autoestima. Esto, claro, depende de
cada caso, y no tenemos una recomendación estándar, escuchamos a
nuestros pacientes y los alentamos a tener una vida sana. Tener
capacidades para gestionar la ansiedad es algo que se ha mostrado útil,
practicar ejercicio y, sobre todo, encontrar actividades donde el
paciente se sienta útil.
CM: Cuando hablamos de medicación y de
trastornos hay que hacer un punto y aparte para hablar de los niños. Hoy
en día todos escuchamos sobre los trastornos que aquejan a las
criaturas, pero sobretodo parece que la hiperactividad y el déficit de
atención van al alza. Los médicos intentan controlar estos trastornos
pero ¿Cuál es su opinión sobre este tema?
JM: Bueno, no creo que en
España sea muy diferente que en Inglaterra. No parece que los entornos
escolares sean muy propicios para niños que sean muy movidos, dispersos o
que puedan tener necesidades específicas. Intentar controlar a los
niños dándoles anfetaminas no nos parece muy buena idea. La falta de
flexibilidad del sistema educativo y la vida estresada de muchas
familias son un potente caldo de cultivo para trastornos de este tipo.
Necesitaríamos grupos más reducidos y mayor variedad de enfoques
educativos, sin duda alguna.
CM: Un conocido psicólogo, experto en
salud infanto-juvenil, suele decir que hay muchos críos que se curan en
septiembre, con el cambio de profesores.
JM: Claro. Es una visión
inteligente pero no hay que olvidar que la industria presiona mucho
puesto que los tratamientos logran generar estados en los niños en los
que los niños están quietos y atentos a las explicaciones. Debo decir,
no obstante, que no hay evidencias de que la hiperactividad sea una
enfermedad en estricto sentido de la palabra, por tanto hay muchos casos
en los que se está prescribiendo un tratamiento que no es necesario y
que causa muchas secuelas a las personas que los consumen.
CM: Pues parece que cada vez hay más trastornos que pueden diagnosticarse
JM: Esa es una estrategia de la industria farmacéutica. Equiparan un
síndrome, que no es más que una agrupación de síntomas, a una
enfermedad. Un síndrome de ataque de pánico, por ejemplo, no es una
enfermedad. Creo que tiene que ver con un complejo de inferioridad de
los psiquiatras.
CM: ¿Complejo de los psiquiatras?
JM: En el
inicio de la psiquiatría no existían los fármacos y los trastornos
mentales se trataban de manera muy rudimentaria, con internamientos en
centros cerrados y terapias de choque. Eso consideraba la psiquiatría
como una disciplina poco avanzada y casi policial. El diseño de estos
fármacos y la creación de nuevos trastornos ha potenciado la percepción
de la psiquiatría como una disciplina muy científica. Ha disparado la
autoestima de los psiquiatras.
CM: Frente a este poder de la industria y de una visión como la que impera ¿Qué podemos hacer?
JM: Como titular periodístico podríamos decir que lo importante es
saber que frente a la industria farmacéutica y el lobby médico el
paciente tiene derechos. Sería ideal si los facultativos pudieran
informar sobre las potentes drogas que prescriben. Informar sobre los
efectos que cabe esperar de esa medicación.
CM: ¿Cómo podemos ejercer esos derechos?
JM: Debería existir un diálogo médico-paciente sobre las consecuencias a
medio y largo plazo de esos efectos y sobre los devastadores
resultados del consumo de estas sustancias. Los pacientes y sus familias
deben preguntar acerca de los fármacos y de cómo afectarán a sus vidas.
No debemos olvidar tampoco las dificultades relacionadas con el hecho
de dejar de tomar este tipo de fármacos y de cómo abandonar un
tratamiento crea problemáticas que pueden ser confundidas con recaídas.
Tomar psicofármacos es un asunto de gran importancia y debemos tener
precaución y conocimiento antes de entrar en un tratamiento de este
tipo. A todos nos gustaría poder dar con una pastilla mágica que arregle
nuestro sufrimiento, pero no existe ese tipo de pastilla por el
momento. Existe el sentido común de los profesionales y sus pacientes.